La ocupada

–¿Claudia?
–Ay, sí, uf, qué hacés.
–¿Estás ocupada?
–Uf, ay, sí, ¿qué hacés?
–¿Te llamo en otro momento?
–Sí, no, no, contame.
–No, no tengo nada para contarte.
–Ah, ¿y entonces?
–¿Y entonces qué?
–No sé, qué sé yo, qué hacés.
–Claudia, estás agitada.
–Sí, sí, no, lo que pasa es que estaba concentrada.
–¿En qué?
–Estoy estudiando, y tengo que terminar de leer dos capítulos antes de que los chicos vuelvan del colegio, ¿qué hora es?
–Las cinco menos cuarto.
–¡¡Las cinco menos cuarto!! ¡¡Tengo nada más que media hora!!
–Bueno, te llamo en otro momento.
–No, no, contame, contame.
–¡No tengo nada para contarte, Claudia! ¡Llamaba solamente para ver cómo estás!
–Bueno, no me grites. ¿Las cinco menos cuarto? ¿Cómo puede ser? Hace una hora eran las diez de la mañana.
–¿Estás estudiando desde la mañana?
–No, a la mañana fui al súper, hice dos kilos de milanesas, después preparé las viandas y se las llevé a los chicos al colegio, pasé por la tintorería…
–¿Y cuándo te pusiste a estudiar?
–Hará… quince minutos. ¿Ya las cinco menos cuarto? Mierda, cómo se pasa la vida.
–Bueno, te llamo en otro momento.
–No, no, contame, contame.

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