Ideología y mensajes de texto

Me llega un mensaje de texto de un número que no reconozco: “¿Pediste fugaZ?” Lo específico del mensaje y su origen desconocido hacen que conteste: “¿Quién sos?”, sin abrir signo de interrogación ni poner el acento sobre la e. Alguien que seguirá siendo para mí un enigma me retruca: “Juas! No era para vos!”

¿Quién de todos mis conocidos estaría por comerse una fugaZ con quién? ¿Por qué no se tomó la molestia de decirme quién era? ¿Será alguien tan cercano que descuenta que sé de memoria su número? ¿Qué tipo de equívoco o malentendido es éste? ¿Qué hace que esto, que fue un equívoco o un malentendido, sea tan perturbador cuando acaba de ocurrir y se convierta en casi nada a los cinco minutos?

Primero fueron los muy jóvenes los que vertebraron su necesidad de comunicación de acuerdo con las limitaciones del nuevo soporte. Y por un tiempo hubo un dique generacional. Los mayores de 40 nos quedamos adheridos al correo electrónico, que ya era bastante, y nos resistimos con obstinación al mensaje de texto. Pero fue cuestión de empezar, quizá con nuestros hijos, que nos reclamaban que aprendiéramos pronto porque el crédito del abono les duraba tres días. Y comenzamos a percibir y a incorporar otro tipo de comunicación, una que hasta que llegó el mensaje de texto no existía, y que consiste en ráfagas de contacto, en una breve catarata de caracteres que nunca pretenderán la emoción o la profundidad si no es en la pura especificidad del mensaje, en su esqueleto. Los golpes de efecto del soporte hacen que sea posible generar, eventualmente, un clima entre nosotros y otra persona a través de un monosílabo.

Por ejemplo, el que dice que usó Gabriela Cerruti contestándole “Gracias” a Jorge Telerman, después de que él le informara por mensaje de texto que había otro ministro ya designado. En este caso, en el que dos mensajes de texto trepan de la banalidad o el arrebato de los millones de mensajes anónimos a la esfera pública, ¿cómo se leen esos mensajes? ¿Como hilachas privadas de la política o como un recurso novedoso para hacer política, con ese “Gracias” que cuelga de un sentido ambiguo, o cínico, o literal? McLuhan* cada vez goza de más admiración por mi parte. Fue el primer nombre ligado a la Comunicación que escuché. Porque cuando yo era chica, o más precisamente cuando estaba en edad de estudiar, no existía esto que se llama Comunicación. Es increíble. Hace muy poco tiempo, unos veinte años, cuando salió Página/12, era flamante la carrera de Comunicación. Y eso, la comunicación, ha inundado nuestra noción de lo que somos y de cómo entramos en contacto con los otros. A veces olvidamos que el proceso de globalización fue avistado por McLuhan ya en los sesenta, en pleno pop, antes de las guerrillas, antes de las masacres. La Aldea Global era un libro de Comunicación.

“El medio es el mensaje” es una frase que encierra algo de parábola, como si McLuhan se hubiera imaginado este mundo en el que las personas andan con su teléfono móvil como si se tratara de un centro mental y emocional de operaciones internas y externas. Aunque ni Gabriela Cerruti ni Jorge Telerman adhieran al estilo paraideológico de Macri, la noticia del cambio de ministra fue también paraideológica. El mensaje de texto no admite explicaciones, ni argumentos, ni fundamentos, lo cual quiere decir que el paso de tragicomedia de Cerruti y Telerman los dispensó a ambos de exponer públicamente sus diferencias. A mí personalmente me hubiera gustado saber cuáles eran esas diferencias, si eran ideológicas, tácticas o estratégicas.

Hay mucha gente que cree, y Macri ha dado en la tecla al tocar justo ésa, que la ideología consiste, simplemente, en complicar las cosas o lo que es peor, en mentir. Que la ideología es poco menos que una excusa para robar. En insistir en un mundo complejo de palabras vacuas que no derivan más que en el beneficio de los políticos que portan ideología. Es un razonamiento bobo, completamente agujereable, pero es el que permite a gran parte de los porteños tener esperanzas en la “gestión pura”.

Lo cierto es que la dirigencia política argentina no se ha dedicado nunca, y ése es uno de sus mayores pecados, a discutir públicamente ideología. La dirigencia política tradicional ha enmascarado siempre las discusiones ideológicas traduciéndolas en internas que no le interesan a nadie salvo a sus protagonistas. A veces, incluso, no enmascaró nada, porque las internas no tenían que ver con nada ideológico, y eran puras canalladas, peleas por repartijas.

Bueno, amigos, la dialéctica histórica tiene un no sé qué de apasionante. No queda más remedio. Macri y su troupe de políticos apolíticos nos pusieron entre la espada y la pared, hay que admitirlo. A partir de ahora, con una derecha en uso de todas sus facultades, los que no somos de derecha bien haríamos en hablar de ideología todo lo que sea necesario. No vamos a comprar, nosotros, el buzón de la gestión inocente. Habrá que hablar claramente, con huevos, con franqueza, acerca de qué creemos que es verdad, y qué es mentira.

Habrá que hacerlo para recuperar del lenguaje que usamos una palabra que ahora está manchada con mugre propia y ajena. Si en lugar de tratar de decir las cosas clara y profundamente nos mandamos mensajes de texto, ellos ganan. Deberíamos hacer un esfuerzo para rehacernos de esa palabra, ideología, porque ella explica conductas, abre puertas mentales, traza ejes de acción, prioriza lo urgente y posterga lo accesorio. Y porque la ideología que al menos tengo yo, postula que la ideología es la herramienta más apropiada para organizar nuestra mente ante el mundo y los otros. Prefiero la ideología que el interés.

* Herbert Marshall McLuhan (21 de julio de 1911-31 de diciembre de 1980) fue un educador, filósofo y estudioso canadiense. Profesor de literatura inglesa, crítica literaria y teoría de las comunicaciones, McLuhan es reverenciado como uno de los fundadores de los estudios sobre los medios y ha pasado a la posteridad como uno de los grandes visionarios de la presente y futura sociedad de la información. Durante el final de los años ’60 y principios de los ’70, McLuhan acuñó el término “aldea global” para describir la interconectividad humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación.
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3 comentarios

  1. Querida Sandra,
    estaba afuera, reencontrándome con Londres -aunque esta vez de la mano de niños, paseando por esos lugares donde uno «amó la vida», como canta Chavela-, cuando fue publicado tu artículo y recién ahora me lo hacen ver.
    Creo que los que me conocen saben que no le huyo a las explicaciones, ni a los debates, y que me entristeció mucho dejar con un mensaje de texto y un paso de tragicomedia una de las mejores gestiones que tuvo esta ciudad en materia de Derecho Humanos y Sociales. Al menos así lo creo yo, y me hubiera gustado poder defenderlo frente a quienes piensen diferente.
    Mensaje de texto o no, mi alejamiento del gobierno fue profundamente ideológico. Como sostendría Wittgestein, en el punto exacto en que la estética se encuentra con la ética. El mensaje reemplazó a una discusión que tal vez la diferencia de géneros o la historia afectiva compartida con Jorge, más allá de la política, nos impidió tener. Porque hubiera sido dura, porque hubiera sido difícil, porque hubiéramos tenido precisamente que debatir ideología. Porque me negué y me niego a que las situaciones personales estén por sobre las definiciones políticas.
    Hubo un momento del desarrollo de los hechos en que un grupo prefirió que ganara nuestro enemigo ideológico antes que nuestro enemigo personal. Yo sé que está mal hablar de enemigos en la política correcta de estos días, pero no se me ocurre otra palabra. Ese fue el momento en que yo me distancié. Todavía logro distinguir una cosa de la otra.
    Digo que también fue de género,porque creo que lo que se me reprochó fue lo que siempre se nos reprocha: la locura, la audacia, el arrebato, el supuesto actuar sin medir las consecuencias. El no haber «acordado» lo que iba a hacer. Es cierto, no acordé, no consulté. Porque no dudé. La noche misma en que empezó a vislumbrarse que esta ciudad podía ser gobernada por Macri, con todo lo que eso implica y todavía tendremos que ver, no creí necesario consultar con nadie si estaba bien oponerse. Lo sentí muy profundamente, y lo hice.
    Es cierto, llegamos al mensaje de texto porque no pudimos, porque no supimos hablar. Qué íbamos a decirnos? Que ellos querían que ganara Macri, porque era la manera de que perdiera Alberto Fernández, y que entonces Macri tiene razón, que no hay ideologías en juego, sólo narcisismo? Que era un problema de autoridad, que yo no había cumplido con la orden del Jefe de mantenerse prescindente? Hasta dónde se sigue a un jefe? Cuál es el punto en el que se empieza a dividir el mundo entre leales y traidores sólo para exigirnos una obediencia debida a decisiones que no compartimos?
    Y yo? En qué punto exacto del camino me perdí y no me dí cuenta que el proyecto en el que estaba embarcada, y al que defendía como una de sus principales espadas estaba cambiando?
    Leíste El Forastero Misterioso, la novelita de Twain? Son dos amigos, que van por un camino en el bosque, y según dónde doblen en cada bifurcación del camino hay dos futuros posibles. Pero cada vez hay otra bifurcación, y el futuro va construyéndose de acuerdo a esas incesantes decisiones, pequeñas, acumulativas. Ojalá pudiéramos ver a dónde nos llevan cada una de las decisiones que vamos tomando. Ojalá la ideología siguiera siendo el trazo grueso que nos siguiera manteniendo aferrados, en lugar de esta nueva manera de andar, sin pensar en lo que viene, con la teoría del cruzáremos el puente cuando lleguemos a él.
    Hay algún momento en que se tomó alguna decisión equivocada, o muchas, y seguramente ése era el momento de parar y comenzar de nuevo. Y no supe darme cuenta.
    Me dí cuenta demasiado tarde? No lo sé, espero que no. Pagué costos, muchos, personales y políticos por la manera en que se dieron las cosas. Pero estoy serena y confiada, creo que hice lo correcto, lo que sentía que debía hacer. Me queda, claro, el sabor amargo de que vos, y muchas y muchos como vos, no pudieron escuchar las explicaciones merecidas. Imaginate: justamente yo, que si hay algo que me gusta en la vida es hablar, y escribir. La palabra, en fin. Imaginate cuántas cosas traté de decir con ese «gracias».
    Un abrazo,
    Gabriela

  2. Bueno, celebro que no solamente haya mujeres con balbuceos dando explicaciones de lo inexplicables, sobre baños, riachuelos y otras yerbas. También hay mujeres que piensan, que brindan alegorías inteligentes como Sandra y metáforas con contenido como Gabriela. Un respiro para todos.
    Fdo: Natalia (estudiante periodismo TEA)

  3. Enlacé tu blog por lo que escribiste debido al libro de Gubern, pero jamás me hubiese imaginado que eras la Sandra Russo que leo desde chiquito!! Es probable que uds no lo sepan, pero muchos de nosotros comenzamos a estudiar comunicación y periodismo debido a uds… así que supongo que esta es mi oportunidad para agradecertelo de alguna manera =)

    Ahora, con respecto al post, si es verdad lo de la anécdota del SMS, lo más probable es que «fugaZ» signifique cocaína. Y con respecto al comentario de la ex funcionaria, no será mucho citar a Wittgenstein y Mark Twain en un comentario??
    Besos, espero que estés bien

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