Que los trague la tierra

El drama latinoamericano de ser tragados por la tierra es literal. Colombia se desangra.

Cuando Charles Chaplin criticó al sistema capitalista, lo hizo desde la perspectiva de un país desarrollado. Quien lo engullía en esa desopilante y metafórica imagen era una gran máquina, y en la división internacional del trabajo impuesta por los (mal llamados) países centrales, les tocó la industria. A América Latina le tocó la tierra.
Y no necesitamos hacer una película de eso. La tragedia latinoamericana de ser tragados por la tierra es literal. Por estos días le tocó a Colombia desenterrar a sus muertos. Lo que se conoce como “falsos positivos” no es más que la ejecución extrajudicial y a sangre fría de civiles. Esos falsos positivos aparecieron en regiones como Antioquia, Caldas y Magdalena.

Pero Claudia García, la directora de Medicina Legal estima que habría cerca de 200 mil desaparecidos en fosas comunes. Aunque hay más. Según el propio Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre, hay en marcha más de veinte mil investigaciones sobre desaparecidos basadas en las declaraciones de paramilitares desmovilizados que han hablado de más de 2 mil cementerios clandestinos.

Los traga el capital de las grandes oligarquías terratenientes que moldearon su patrimonio al calor de la formación de los estados nacionales. Los traga la tierra para que callen. Los traga la tierra para que no reclamen.
En la última década, los gobiernos nacionales y populares de América Latina fueron el caldo de cultivo para hacer confluir intereses en común. Fuimos conscientes de un “nosotros” provocando la aceleración de la consciencia regional de que el capitalismo desarrollado sólo ha funcionado sobre la base de expoliar nuestros recursos naturales. La cuestión del medio ambiente fue monopolizada durante años por el oenegismo liberal europeísta y marketinero, cuyo padrinazgo deriva sospechosamente en grandes multinacionales y, aparentemente, sólo sirvió para lavar culpas ante los ojos de algunos sectores sociales. En los países nórdicos, estos sectores, licúan esa culpa en campañas de reciclaje en casa, a tono con el corazón del individualismo liberal.

De este lado del mundo asistimos a un sinfín de asesinatos de líderes sociales ambientalistas que denuncian por fuera de campañas marketineras -estilo Greenpeace- la vulneración de derechos básicos como el acceso al agua y el saqueo sistemático de todo lo demás.
Muchos de esos líderes eran colombianos. A fines de noviembre en Colombia, se realizó un gran paro nacional, enmarcado en una región convulsionada cuyo epicentro fueron los días de octubre de un Chile despierto. Se inició una saga de reclamos como la derogación del paquetazo de Uribe, el rechazo a la ley laboral y previsional, pero sobre todo, el fin de los asesinatos de líderes sociales (700 desde la firma del acuerdo de paz en 2016).

Así se ve claro. Cuando son los propios pueblos originarios, sus descendientes o simpatizantes los que reclaman por el fin del saqueo y la destrucción del planeta, la cuestión ambiental deja de ser “cool” para volverse peligrosa.
Claudia García, de Medicina Legal, dice que serían necesarios “casi 100 años” para identificar los restos mortales de los enterrados como NN. Por cómo está América, y por la llama que prendió en toda la región, confiamos en que esos años no serán de soledad.

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2 comentarios

  1. Doliente , lacerante escrito .
    Colombia es una herida que no cierra .
    Es un culto a la muerte .
    Almagro da asco . Quiere lograr la reelección sobre la sangre de los colombianos y los ojos de los chilenos .
    Una escoria .

  2. Como dicen, se los tragó la tierra pero eran semilla.Somos responsables de nuestro ambiente, los recursos naturales y la cultura que vivimos.
    Conocer las historias es un inicio..

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