El bordado criollo

En distintos lugares del país, las flores de las mantillas españolas fueron intervenidas y adaptadas para sumarse a las tradiciones textiles preexistentes. Por Susana Larrambebere.

El bordado criollo.

«Tengo un jardín en mi cama», decía una telera santiagueña. En el noroeste argentino existe una tradición textil que viene del tiempo colonial. Las mujeres españolas, trajeron sus bordados y encajes llenos de flores. Con el paso del tiempo, las criollas tomaron esos diseños, los adaptaron, les dieron color y una nueva vida.

Las mantas, alfombras y cubrecamas se poblaron de flores multicolores, que a veces se bordaban entre varias mujeres.

La fabulosa cubrecama de Doña Aldacira Flores de Andrada, natural de Tinogasta, Catamarca, (1975) es un ejemplo. Forma parte de la Colección del Fondo Nacional de las Artes.

En Catamarca, esa tradición persiste gracias a la voluntad de preservación de nuestras artesanías, a través de talleres y capacitaciones, como los del Fondo Nacional de las Artes y el MATRA.

Las actuales piezas de Fabiana Silva, Instructora de taller en la Escuela Provincial de Artesanías de Catamarca, son ejemplo de la continuidad de esta tradición, que se da también en otras provincias argentinas.

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