La Hidra de Lerna

La "judicialización de la política" evita aclarar que la parte del Poder Judicial que se ocupa de dirimir cuestiones políticas, tiene jefe político partidario. La anomalía se lleva puesta a la democracia. Nota de Jorge Auat.

“Pucha! si usté los oyera,
Como yo en una ocasión
Tuita la conversación
Que con otro tuvo el Juez;
Le asiguro que esa vez
Se me achicó el corazón. “(Martin Fierro)

La judicialización de la política que de un modo escandaloso se puso en funcionamiento en nuestro país, produce el espantoso efecto de alinear a la propia democracia detrás de lo que conocemos como poder real.  En ese escenario la grieta es funcional al objetivo de eliminar al enemigo.

En verdad, en Argentina no es nuevo, ya lo vimos antes y, como siempre son los mismos grupos económicos/mediáticos que embisten contra lideres populares.  Le pasó a  Yrigoyen, Perón, los Kirchner y, en el resto de América Latina, Chávez, Lula, Evo Morales, Correa, Lugo. Siempre se persigue a políticos que representan a las mayorías populares y a los sectores más débiles de la sociedad.

De ese cuadro habla precisamente Ferrajoli: “Ya no tenemos el gobierno público y político de la economía, sino el gobierno privado y económico de la política”, “… resulta cada vez más débil el nexo democracia/pueblo y poderes decisionales/regulación jurídica” (La democracia a través de los derechos). O sea, quienes producen el quiebre de ese nexo del que habla el autor, son precisamente los poderes reales y permanentes que pasan a ejercer el control de esa transformación con exorbitantes beneficios. De ahí, que el desalojo del pueblo es cardinal, “a nadie le dan vela en su propio entierro.”   

En rigor, esos grupos en otras épocas lo hicieron aliados con los militares en los trágicos golpes de estado, en estos tiempos lo hacen con el aparato judicial cuya funcionalidad no resulta extraña. Hay detrás una larga historia de fuerte apego a los poderes fácticos.  Es un fenómeno que recorre varios países de América Latina, como se vio claramente en las dictaduras del siglo pasado. En una de ellas, en la oprobiosa asunción de Pinochet, el presidente de la Corte de Chile cuando le puso la banda presidencial, le dijo: “dejo el poder judicial en sus manos”. En Argentina tiene más tradición: empezó con el golpe de estado a Hipólito Yrigoyen. Viene a cuento señalar las tremendas dificultades para avanzar en la investigación de los crímenes de la dictadura. Fue necesario monitorear el estado de esos procesos de cuya morosidad daba cuenta el clamor de los organismos querellantes. Ahora, cuando se trata de persecuciones a dirigentes políticos  populares fueron solícitos y rápidamente ordenaron las prisiones preventivas. No hay contradicción, hay coherencia.

Una característica muy notoria de esa judicialización de la política fue su inclemencia. A Héctor Timerman le costó la vida. A la expresidenta Cristina Kirchner le fijaron ocho indagatorias el mismo   día y además el del cumpleaños de su marido muerto. Desde luego, el costo no es otro que el desmantelamiento   de derechos fundamentales. El botín naturalmente es el control de todos los resortes de poder, públicos y privados.  La consecuencia más grave es la devaluación moral de la política y el   despojo de derechos, de cuya dolorosa adquisición habla nuestra memoria colectiva. Un conocido periodista -ya fallecido- en un arrebato de honestidad    admitió que algunos medios -los dominantes- hacían “periodismo de guerra”.  Fueron implacables. Acompañaron fervorosamente las causas judiciales con finalidad política. Esos procesos tienen por definición un único desenlace, esto es, condenar más allá de cualquier razonamiento jurídico/procesal. 

A ese mecanismo de condenar cueste lo que cueste, el jurista Perfecto Ibáñez -Magistrado del Tribunal Supremo Español-   en su libro Tercero en Discordia, lo describe como “procesos a piñón fijo, porque … presididos, de principio a fin, por una sola hipótesis, destinada, por virtud del método, a convertirse en profecía de las que se auto confirman”. El antecedente que tomó como ejemplo, es un caso judicial de Francia (Ranucci) que concluye en el año 1976 con la condena a muerte del imputado en el marco de una investigación que giró en torno a una sola hipótesis y que terminó siendo por definición, una profecía autocumplida. Esa artimaña, la de la única hipótesis, es el modo de construcción de las causas direccionadas con finalidad política. Claramente, a costa del  estado de derecho. 

Una vez producido el desguace, el nuevo centro de gravedad de la realidad social y política, es la asimétrica relación de fuerzas entre el poder económico y el pueblo. De allí, el corrimiento del espacio público al privado del que habla Ferrajoli.

A la luz de esa cruda realidad, la única carga de la política es recuperar la moral perdida, es decir, cambiar la relación de fuerzas y volver al gobierno público de las instituciones. Ello sólo es posible fortaleciendo la democracia.

“Depende de nosotros -de la política, de la legislación, jurisdicción y cultura jurídica, que ésta sea superada a través de una refundación garantista de la legislación penal y de las reglas del justo proceso.”

“La cultura antigarantista de los jueces se apoya siempre en una legislación antigarantista y en una cultura jurídica condescendiente o disminuida.” Ferrajoli.

El monopolio del poder por los grupos   económicos y los derechos convertidos en mercancía, produjo “… un descrédito y una crisis de la política en cuanto tal..” la redujo  a un rol parasitario”.  En consecuencia, la consigna es de emergencia, recuperar el estado de derecho para combatir la violencia en cualquier escenario y si bien como dice Camus, eliminarla es “utópico” de todos modos “… hay que rechazar cualquier legitimación de la violencia…. es necesario aportar una limitación a la violencia, arrinconarla…. para impedir que llegue hasta el final de su furor”. 

La violencia es como la Hidra de Lerna, ese monstruo mitológico con aliento venenoso que se recicla en mil cabezas. 

                                              Jorge Auat
                Ex fiscal de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad

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Un comentario

  1. Es excelente la nota de Jorge Auat .
    Por lo descripto somos un país bananero .
    La derecha ha sido siempre hipócrita. Hablan de » Estado de Derecho » ; » la República » , » respeto a las instituciones » ; » división de poderes » ; » apego a la key » . Dan risa . Se encargan sistemáticamente de sodomizar todo lo que pontifican .
    Inevitablemente viene a mi mente la basura de Carrió . Una asquerosa profesora de derecho constitucional que ha sido ariete fundamental en este estropicio del Estado de Derecho . Gil Laavedra , un atorrante que integró el tribunal qye juzgó y condenó a las juntas . Ahora devenido en rapaz delincuente .
    La dirigencia de nuestro sentir consintió con este lodazal por un estúpido sentido de » amolitud democrática » y de inacción cobarde cuando se echó a rodar impiadosamente toda la maquinaria del lawfare .
    Pienso Inevitablemente en Gioja , » presidente en el exilio interior del PJ ; en los gobernadores acomodaticios manejados por el impostor de Pichetto . Único caso en la historia de que un presidente de bloque opositor integra la fórmula presidencial del oficialismo . Con lo cual convalido la traición del peronismo institucional durante los cuatro años del macrimato .
    Nos contará mucho salir de esta encerrona. Sólo podrá hacerse guapeando ; con coraje .
    A tal efecto es vital e imprescindible el accionar del camarista Ramos Padilla , del médico sanitarista Rachid ; de les comunicadores como Victor Hugo Morales , Sandra Russo , Jorge Elbaum ; y de expresiones sindicales como la CTA de Yasky , Catalano .
    David vencerá una vez más a Goliat .

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