Hace un mes, justo un mes, estaba sentado acá en soledad, en esta misma normalidad, frente a estas mismas teclas, con esta misma rabia y con este mismo ardor, despidiendo a Ramona, vomitando dolor, porque no le alcanzó gritar durante toda su vida, por suerte. Y entonces aquel día comenzó a gritar con toda su muerte. Viajando en lágrimas de cocodrilo, en culpas ajenas o hasta en algún editorial, pasó del barrio al hospital, del hospital al noticiero, del noticiero al respirador y del respirador al falso adiós que hoy su voz vuelve a rechazar, porque ni siquiera la pudimos abrazar. Y porque todavía la intentan callar. Ni habiendo dado todo por los demás, ni viva, ni muerta le tocó descansar en paz.
Otra vez, pasó un mes y no pasó nada, muchas fotos, mucha palmada, muchos vivos