La expresión “cambio climático” no genera, por sí sola, la violenta vibración que contiene. Ha sido enyesada y hay que liberarla. Desde hace un par de décadas circula encorsetada en la sensación de irrealidad en la que viven los ciudadanos de los países centrales y también los de los países periféricos, que fueron los primeros en quitarle contenido, porque era en esos territorios que iba a tener lugar la batalla final de la vida contra la muerte.
A mí me gusta hilar. Y no deja de asombrarme que sobre este tema comencé hablando hace unos meses de la adolescente sueca Greta Thumberg, que lidera a los estudiantes secundarios de más de ciento veinte países en la lucha por la detención de la emisiones tóxicas, y que llora en la ONU cuando habla de la aceleración de la extinción de innumerables especies