Alberto Fernández estructuró su discurso inaugural sobre la base cultural, filosófica, humanista que tiene en mente. Y tuvo hallazgos. Desplazó la palabra “grieta” para seguir hablando de “fracturas”. Y ya desde ahí posicionó su enunciación: no llega representando “a los del otro lado de la grieta” del oficialismo macrista. Se desmarcó. Estamos empezando otra cosa, una etapa en la que no se fomentarán los odios que tanto sirven para alimentar a las ultra derechas.
En un tono no confrontativo pero perfectamente localizado en todos los avances de políticas que enunció, Alberto ya es un presidente con la marca de la etapa histórica que le toca. Evocando a Néstor Kirchner cuando propuso un contrato ciudadano social para encontrar grandes consensos en torno a las urgencias, y agregó que cada sector irá a discutir su “verdad relativa” en busca de alguna verdad superadora