Divino tesoro

La contratapa de P/12 de hoy.

Tenemos una primera línea de mayores de 70 años.  Durante miércoles tras miércoles, mientras iban bajando de un hondazo a otros sectores hasta llegar a todos los vulnerables y la clase media, los jubilados estuvieron allí, aferrados a su propia presencia colectiva. Eran primera línea ya cuando asumió Milei, venían de antes. Venían organizados desde los 90, cuando Bullrich les quitó el trece por ciento. “Una medida dura pero necesaria”, dijo.  Algunos fueron muriendo, llegaron otros, se fue creando una cadena transgeneracional de quienes siempre fueron el hilo más delgado. 

Pero ahora Milei y la misma ministra que va cambiando de presidente horrible, han decidido eliminarlos, y ellos se dan cuenta de todo antes que los pendejos, que son digitales. Los viejos usan su conciencia de clase analógica y no cacarean, van a los hechos, y fueron los primeros y los únicos en construir una sistematicidad de la protesta frente a este aparato de horror que nos gobierna.

El dolor no es un daño colateral en el proyecto de Milei, es tan estructural como el odio. Los viejos meados en la Argentina son la reserva moral y ética del sistema de ideas que quieren eliminar. Solos no son nadie. Juntos son un sujeto político. Aunque fueran treinta. Que lección del carajo. Treinta terminaron en cientos de miles.

Hace un año y medio a los jubilados los pusieron en esta situación límite terminal, como al resto de la población pero más. La suspensión de medicamentos oncológicos o la suspensión por parte del Estado de provisión de morfina y opiáceos para enfermos terminales o pacientes con crisis agudas de dolor es más que un ajuste. Es perversión infinita y crueldad incompatible con lo humano.

Y finalmente, después de preguntarnos miles de veces en este año y medio de pesadilla cuándo, quién, de qué manera podríamos expresar colectivamente nuestra náusea por el régimen amoral que se solidifica día a día, en un momento de crisis partidaria y debates menores -en relación al contexto que ahoga- que obturan la emergencia de una alternativa a Milei, pasó.

Las calles, cualquier calle, el espacio público volvió a ser la cita para multitudes. El instinto de supervivencia reapareció voluminoso y harto, lastimado, pero muy lejos del sopor en el que nos pretenden. 

En estos dos últimos miércoles, la ministra Bullrich quedó expuesta en su brutalismo y su incapacidad para hacer cualquier cosa con inteligencia (me refiero a la suya, no a la Side): el miércoles de la represión feroz y con la exhibición obscena de los servicios que incendiaban autos y tiraban vallas. Un clásico Bullrich: la escena de Netflix. La supresión de la palabra “hinchas” por parte del régimen que defienden los grandes medios es un agravio a la verdad. Su reemplazo por “barras” es una operación lingüística de manipulación cognitiva. Crean sinonimia donde no la hay. 

Aquel miércoles en el que un cartucho de gas que mal usado puede ser letal le partió el cráneo a Pablo Grillo, Bullrich, en ese acto y con su conducta posterior -nunca nadie del gobierno se comunicó con la familia- también se deja ver como una arpía megalómana que niega lo que tiene delante de los ojos. 

 Este último miércoles, con su puesta en escena de estado de sitio y sus cincuenta calles cortadas, dejó claro que donde no hay policía no hay problema. Que la violencia la trae la policía. Y hemos visto muchos efectivos colocados. El Estado no puede poner las vidas de los ciudadanos opositores en manos de fuerzas descontroladas. La identificación de infiltrados por parte de los manifestantes, y la reacción espontánea en todos los casos de pecharlos y echarlos pero sin enfrentamientos, aporta un dato identitario de quiénes somos los que no vamos vestidos de azul. Los aislaron pero no hubo golpes. No lo hicieron por cagones, lo hicieron porque saben de lucha. Los linchadores son los fascistas. 

 Entre los jubilados que activaron, hay menores de 70 pero también están los que rondan los noventa. Me imagino a Hebe analizando esto. No voy a especular qué  pensaría. Pero las Madres y las Abuelas que nos quedan andan por arriba de esa edad. Tenemos hermosos longevos que merecen reverencia, porque son insumisos y tercos, irreverentes, porque toman decisiones importantes. No es casualidad que se trate de generaciones analógicas que por otra parte vivieron las décadas de las juventudes críticas de esta parte del mundo. 

En los estallidos recientes de esta región, fueron los adolescentes desesperados y sin futuro los que se pusieron en primera línea. Luchaban contra el hambre, contra la injusticia social y la rapiña de los gobiernos neoliberales. Acá se lucha contra el fascismo, que en estas dos semanas salió del placard. 

Nunca habíamos vivido esto. Nunca un proyecto explícitamente de muerte ganó por voto popular. El arrepentimiento y la sensación de estafa retuercen a muchísimos que ya ven la noche completa al final del túnel. Como adelantó Cristina en uno de sus tuits, el reloj de arena de Milei ya se dio vuelta.

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