Los pueblos americanos actuales somos hijos de una invasión, una conquista y una ocupación por la fuerza de territorios poseídos y habitados por pueblos, culturas y civilizaciones desarrolladas a lo largo de una propia historia milenaria previa a la invasión. Y esa conquista trajo aparejada, voluntaria o involuntariamente, la matanza, la aniquilación , la fragmentación social, el despojo de bienes reales y simbólicos y, en muchos casos, la extinción total de poblaciones enteras. Somos hijos, también, de un genocidio. El hecho puede generar asombro, culpa, enojo, rechazo y hasta negación, pero es un dato incontrastable.
A lo largo de más de 500 años, las sociedades coloniales y poscoloniales se fueron moldeando en torno a una relación desigual de los vencedores con los pueblos originarios que adoptó formas diversas, desde la asimilación a la integración o directamente a la segregación o el aniquilamiento.
Las sociedades americanas actuales son entonces, también, hijas de ese proceso dinámico de interacción con los indígenas que fue dándoles forma y permeando a todas las instituciones, a la propiedad, a las relaciones sociales, la lengua, la cultura , la cosmovisión, la religión y a todos los aspectos de la vida. Y a los prejuicios.
El antindigenismo y el supremacismo racial son elementos constitutivos de la identidad americana.
Nuestro país no fue ajeno a ese proceso histórico y la presencia del indígena y de los pueblos prehispánicos fue un dato relevante en los acontecimientos y de las ideas y sentidos que formaron nuestro país. Nuestro territorio fue siempre plurilingüe y fruto de la diversidad.
En tiempos de la formación del Estado Nacional, los grupos dominantes de poder encararon la integración del territorio nacional con un discurso y una política que convirtió al indígena en un “problema” a resolver o que recurrió a la negación absoluta de su existencia, convirtiendo en “desierto” a los territorios ocupados por pueblos originarios. De esa época, entre tantos otros prejuicios exacerbados, surge también el mito antimapuche.
A todas las desgracias que se desataron sobre los pueblos originarios de nuestro país, las comunidades mapuche tuvieron que padecer además los efectos de un mito nacionalista que los construyó como invasores chilenos que vinieron a someter a pueblos indígenas indefensos y argentinos. Este relato sesgado, carente de sustento histórico o antropológico y propio de la idealización de clase, fue en gran medida el argumento de justificación de la llamada “Campaña al Desierto” que, en términos económicos, significó el reparto de enormes porciones de territorio entre algunos oficiales elegidos del ejército y un grupo selecto de familias tradicionales del poder.
Más allá del debate sobre el sentido y las características de la Campaña, es indiscutible que la masacre, el despojo y la disgregación de comunidades indígenas fue la culminación de una mirada sobre los pueblos originarios que lamentablemente subyace aún hoy en gran parte del sentido común de los argentinos y especialmente en los sectores del poder real y que suele agitarse según las necesidades políticas de grupos y gobiernos provinciales o nacionales.
A partir de un conflicto sobre la posesión y ocupación de un territorio en Rio Negro, en las últimas semanas se amplificó la voz de comunicadores, periodistas y funcionarios en los medios de comunicación agitando el fantasma del “terrorismo mapuche” con una liviandad y una simplificación que asombra, sin la más mínima precisión ni análisis serio del complejo problema de los territorios en disputa. Y que asusta, si tenemos en cuenta el peso del término en la historia argentina y lo que se perpetró en nombre del “combate contra el terrorismo”. Llegamos hasta el punto de escuchar que “se abre la temporada de caza del mapuche” o coberturas pretendidamente periodísticas del conflicto bajo el título de “Indios al ataque”. Un retroceso lamentable hacia la peor cara del género humano.
El miedo, el prejuicio, la desinformación, han sido históricamente la base de la violencia social y política ejercida contra grupos humanos diversos. Sobre ello se asientan las persecuciones, la prisión, la tortura, las masacres y hasta el genocidio de los que fuimos testigos a lo largo de nuestra historia. El proceso de construcción de un enemigo como el que se ejerce contra el pueblo mapuche hoy es similar que desató el odio y la irracionalidad criminal hacia judíos, negros, gitanos, africanos, inmigrantes, pobres, comunistas, musulmanes, extranjeros y tantos otros que suelen sacudir las consciencias y el espíritu. Sabemos ya por experiencia que una vez desatados estos pogroms, la espiral de violencia termina devorando a toda la sociedad y aumentando la injusticia y la desigualdad.
Es necesario que reflexionemos por encima de la coyuntura política o de un momento puntual y podamos saltar la barrera del ruido comunicacional que confunde para volver a hacer pie en los valores del humanismo y la racionalidad, visualizando nuestros propios prejuicios para plantarnos frente a los dinosaurios que alimentan los discursos del odio.
Una sociedad inclusiva, diversa, democrática, solidaria y justa sigue siendo un objetivo para soñar con el bienestar general de los pueblos y el futuro de las generaciones humanas.
Monumental nota de un enorme talento llamado Robi Villarruel .
De principio a fin descerraja verdades irrefutables.
Gracias a la sapiencia eximia de Sandra Russo; buceadora incansable de hallazgos de figuras y conceptos, con infignsda pena debemos rendirnos a lo expresado por esa pensadora española , en relación a lo que acontece con una parte sustancial de la sociedad de ese país ibérico: » lamentablemente una porción de la sociedad hs hecho un pacto con el crimen » .
Ahí está el quid de la cuestión.
Una parte importante de la sociedad argentina hizo un pacto vomitivo con el crimen . De lo contrario no se explican realidades dolorosas que nos remiten a Macri amoral ;, Bulrrich psicópata, ; Lanatta homicida ; TN » Noche de los Cristales Rotos » .
Han socavado el sentido común. Lo reemplazaron por la instalación de un instinto asesino larvado, que si no se lo frena , será explícito.
Después inventaran un simil de » los argentinos somos derechos y humanos » .
Felicitaciones Robi!! magnifica reflexion muy esclarecedora sobre una realidad que nos golpea profundamente