Los Invasores Episodio I
Como todo niño nacido y crecido en los 60s fui un devorador de series de televisión. Hijo de la época tenía, además, una particular debilidad por la literatura o películas y series sobre temas del espacio exterior y de ciencia ficción: viajes interestelares, distopías
futuristas, guerras espaciales, invasiones extraterrestres. Las opciones para pasarla bomba eran muy variadas.
Los libros de la inolvidable colección Minotauro, con Bradbury a la cabeza, la historieta gracias a la cual todos peleamos en la calles de Buenos Aires y en el estadio Monumental contra los “Ellos”, liderados por Juan Salvo, “El Eternauta” y la televisión que, en horarios establecidos para niños, le ponía imágenes, voz y movimiento a todas nuestras fantasías.
Una de mis series favoritas de TV era “Los Invasores”, que duró dos temporadas, de 1967 a 1968 y que en Argentina, como era común en esa época, nunca vimos completa ni supimos el final pero que quedó grabada en la memoria.
El tema central de la serie era un clásico de la Guerra Fría: una raza de extraterrestres venía a invadir y conquistar nuestro planeta, para satisfacer alguna necesidad de supervivencia o simplemente para ampliar su dominio imperial en la galaxia:
“Los invasores, seres extraños de un planeta que se extingue. Destino: la Tierra. Propósito: adueñarse de ella. El arquitecto David Vincent los ha visto. Para él, todo empezó una noche en un camino solitario, cuando buscaba un atajo que nunca encontró… Comenzó con un merendero cerrado y abandonado, con un hombre tan fatigado que no podía seguir en viaje. Prosiguió con la llegada de una nave de otra galaxia. Ahora, David Vincent sabe que los invasores han llegado, que se han adaptado al aspecto humano. En
alguna forma, debe convencer a un mundo incrédulo de que la pesadilla ha comenzado”
Eso.
El encantamiento de “Los Invasores” era la utilización de un recurso normalmente infalible para atrapar corazones humanos: el héroe solitario -ese inolvidable arquitecto David Vincent y su eterna cara de piedra- que lucha contra la incredulidad de la sociedad y de las
instituciones en particular y que en su periplo,va juntando voluntades y seguidores -incluso alienígenas “arrepentidos”- de abajo hacia arriba, en su guerra sin tregua para derrotar a los Invasores.
Para muchos de nuestra generación, hace tiempo que el planeta Tierra y en particular nuestra amada Argentina, es un capítulo de Los Invasores con toda la carga de angustia, bronca, impotencia e incertidumbre que nos generaban las peripecias y la lucha de aquel
solitario arquitecto que entregaba su existencia a intentar abrir los ojos de una sociedad que no veía el horror instalado en su vida cotidiana.
A finales de los años 80, con la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el triunfo del capitalismo global, el mundo asistió a un proceso progresivo de cuestionamiento y desmantelamiento de la cosmovisión y el sentido común que habían regido gran parte del
pensamiento de las sociedades modernas desde principios del Siglo XX. Una verdadera “invasión” de nuevas ideas y sentidos que se fue desparramando y colonizando todos los aspectos de la vida cotidiana de la mano de un grupo de seres -Corporaciones- que adoptaron rápidamente formas de lo humano: eruditos, académicos,
periodistas, funcionarios y sus organizaciones, medios de comunicación, redes sociales, instituciones políticas, fundaciones, etc. y que en una década lograron unificar las voces de millones en torno a conceptos sólidamente naturalizados que fueron minando todo aquello que creíamos sólidamente instalado en nuestras escala de valores.
Así vamos por la vida cientos de nosotros,en las calles, en las casas, en las cenas, los almuerzos y picadas, en las fiestas, en las oficinas, como solitarios David Vincents y sus muecas calladas de asombro, decepción y tenacidad, tratando de hacer ver a los que nos rodean la verdadera cara de los Invasores. Vemos amigos, conocidos, familiares, seres queridos, gente que se percibe y consideramos inteligente y educada, con la misma experiencia histórica que nosotros, justificando cosas inimaginables años atrás, guardando
silencio ante la manipulación evidente o la deshumanización de las ideas. Les mostramos evidencias de las aberraciones que oculta el discurso hegemónico, pruebas concluyentes, falacias visibles. Y nos estrellamos contra una ceguera impenetrable, un negacionismo que
incluso horada los amplios consensos de 83, valores fundacionales de la democracia recuperada después del genocidio, de la invasión.
Somos personas, seres buscando ese “merendero” para descansar y encontrándonos todos los días con los Invasores. Sabemos que han llegado. Seguimos sostenemos la necesidad de recuperar a la humanidad. Sabemos que debemos “convencer a un mundo incrédulo de que la pesadilla ha comenzado” Que Ellos están entre nosotros.
Epílogo
La desigualdad, la pobreza y la explotación pasaron a ser inevitables, naturales y hasta justificables. El éxito individual por sobre el interés colectivo, la beneficencia por sobre la solidaridad, la felicidad instantánea y efímera por sobre construcción de un futuro duradero para todos, la estigmatización de la política como herramienta de cambio, de las organizaciones sociales y sindicales y de ideas como justicia social, igualdad, prosperidad son los nuevos paradigmas y lenguajes. Un mundo donde los ricos y poderosos son los modelos a seguir y toda voz igualitaria o en favor de los de abajo es descalificada, donde la voz de los poderosos y los que ocupan las escalas superiores son la palabra autorizada, creíble y verdadera.
Gran asociación .
¡ Cómo no recordar esa serie y a ese actor protagónico !
Las argumentaciones jamás servirán con esos interlocutores cegados . El odio inoculado es muy fuerte .
El Estado , gobernado por la centro-izquierda debe actuar coercitivamente . No queda otra .
Yo te sigo a vos sandra.te sigo desde 678.sos desaforadamente inteligente y creeme que después que los rajaron te busque .quizás contemporaneamente compartimos el secundario.lo cierto es que ahora se que es de tu vida .