“Abran las escuelas” declama Macri en su carta pública y, aunque escribe un poco más de caracteres que Trump en su twit “ Open the scholls!!”, publicado en pleno pico de la pandemia en EE. UU., utiliza similares argumentos marketineros. El ex presidente argentino además de pedir la apertura de escuelas en pleno enero, llama a madres y padres a la acción, convirtiéndose en supuesto vocero de familias que, según dice, le manifestaron el deseo de que sus hijos vuelvan a los colegios. (¿Se lo habrán dicho por zoom?).
¿Cuál es esa acción que proclama? Enfrentar a las familias con lxs docentes; denigrar la representatividad de los sindicatos docentes, banalizar sus luchas y situar al colectivo de maestros y profesores, a los que en su primer gobierno en CABA tildó de “vagos”, como responsables de no querer volver a la presencialidad. Es tanta la indignación que genera su cinismo y la intención de Juntos por el Cambio de convertir el comienzo de clases en una nueva batalla por el sentido, que caemos ingenuamente en su trampa discursiva. Así asistimos a iracundos debates televisivos, donde se enfrentan funcionarios de Larreta que, sin hacer ninguna mención al aumento de contagios diarios, confirman el inicio de clases el 17 de febrero porque “las familias lo reclaman”, con sindicalistas que re contra afirman que no habrá regreso a las aulas sino están dadas las condiciones sanitarias.
Entrampados en esta grieta binaria quedan ocultas las complejidades de planificar responsablemente y en serio la vuelta a las clases y se tergiversan variables sanitarias, pedagógicas y de cuidado que se deben contemplar ante la diversidad geográfica y poblacional de nuestro sistema educativo. La solución tampoco puede ser la esbozada por el Ministro Trotta, que acorralado en un borde de la grieta, propone que cada jurisdicción resuelva el inicio de clases, según su situación epidemiológica, lo que produce más brechas en un sistema de por sí altamente fragmentado y desigual.
Ante estos debates, aparentemente dicotómicos, pero profundamente intencionales e ideológicos, primero reaccionamos gritando lo que rechazamos: no queremos clases en patios asoleados con sobrillas improvisadas ni burbujas que impidan vínculos. No queremos estar en aulas sin ventilación, con escaso personal de limpieza, con lavandina y alcohol en gel que pagan las cooperadoras que pueden y lxs docentes cuándo podemos.
Si bien todo eso es cierto, ya es momento de armar otras respuestas, de sortear estas trampas discursivas y también decir lo que queremos: deseamos fervorosamente volver a la presencialidad, queremos entrar a las aulas, encontrarnos con nuestrxs alumnxs y estudiantes, mirarlos a los ojos y reconocer cuándo aprenden y cuándo no. Queremos escribir en pizarrones, volver a leer cuentos y jugar rayuelas en los patios.
Para eso necesitamos políticas de cuidado, no marketing. Macri tiene razón, necesitamos una acción. No una acción que nos enfrente, sino una que nos aúne, que enlace a familias, sindicatos docentes, maestrxs, profesores, pibes, auxiliares para exigir: vacunación, protocolos, infraestructura, insumos, conectividad y cuidados necesarios para que esta anhelada presencialidad sea posible.
Susana Bermúdez
Docente
Por demás contundente y racional .
Se expresa con criterio . No con intereses mezquinos , ni dice sandeces .
Muy bueno, hay que desarmar el dispositivo disciplinario sin que se convierta en un dispositivo de control pedagógico
No encuentro nada que ya no se hubiera dicho.Macri es un perverso y la escuela presencial todo muy lindo pero no asegura la vida de los pibes ni de los profes.Todo tibieza el ministerio nos deja en bolas. No habrá tiempo que permita volver con todos vacunados. Nunca vieron a los pibes cuando va alguno con gripe al aula se. O hacían diez o más es un desastre imaginen si entra uno con covid. Ni la distancia que es incontrolable con los chicos ni centímetros de alcohol en gel aseguran nada. Estamos bien jodidos.Sin vacuna no puede haber vuelta así de concreto