Según datos de la consultora Ejes Comunicación que incluyó en un tuit Mariana Carbajal la semana pasada, en 2018 Milei fue el economista más consultado en radio y televisión. Le fueron concedidos casi 200 mil segundos de aire. El crecimiento y la radicalización de las derechas y su articulación con las ultraderechas es un hecho global con raíz también en este país.
No es magia esto tampoco. Penetran. No lo hacen solos. Es un plan del capitalismo financiero y lo sabemos. Milei parecía ridículo pero es feroz y nuestras audiencias han perdido la brújula hechizadas por medios que ya no son de comunicación ni confusión.
Si hacía falta una prueba de lo peligroso y antidemocrático que puede ser un pensamiento único hemos llegado a su paroxismo: no lo han votado solamente sus beneficiarios, que son muy pocos: hay una alienación que el gobierno subestimó. Sí, el trumpismo se presentó a elecciones en sus diversas variantes y eso no se le niega, pero quieren la democracia para destruirla, y hay un electorado que los alienta.
Esta foto amarga tiene que servir para una segunda etapa del Frente de Todos con respuestas para estas preguntas: ¿Qué hacemos con la información? ¿Cómo frenamos a la ultraderecha? ¿Podemos dar el paso del frente electoral a una fuerza frentetodista que sea lo más peronista que se pueda? ¿Se puede poner primero a los últimos? ¿Se puede avanzar con más épica? ¿Se puede consolidar un frente en una fuerza de centroizquierda sin vacilaciones ni pereza?
No sólo apareció la pandemia apenas asumió el gobierno. Junto con ella, apareció el neofascismo, latente pero ahora desembozado con sugerencias de “algo distinto” a la democracia, o la instigación del delito de evasión fiscal, o émulos de Santiago Abascal, el líder de Vox, que hace unos días sintetizó perfectamente el carácter de estas nuevas fuerzas de ultraderecha que brotan aquí y allá: “Nuestro enemigo es la dictadura de lo políticamente correcto”.
En ese paquete de lo políticamente correcto para un gobierno popular entra el movimiento social ascendente. Si no entramos rápidamente en esa lógica y si no podemos construir una comunicación que rompa el sonido ambiente de fachos que proponen crueldad y votantes a los que entretienen, ya no habrá destino para este país, porque lo van a destruir.
El Frente de Todos, que surgió como una herramienta electoral, ahora tiene que hacer emerger su identidad frentetodista, la voluntad de hacer escudo y equipo sin fisuras, porque no habrá otra chance. El que se tenga que correr que se corra. Que se queden los que sean capaces de soportar la reconstrucción del peronismo del siglo XXI, los que tengan intactos los reflejos básicos de su naturaleza histórica. Es el único dique contra la locura, la mala entraña y el delito.
Entre el Presidente y la vicepresidenta ya no hay nada que sospechar: reman juntos, pero en la realidad. Hay millones de personas que, por lo visto, viven en la realidad paralela en la que hay que eliminar al Estado. La radicalización de la derecha y sus poderes intactos deberían tener el freno de que la vida que queremos sea efectivamente vivida.