La marcha federal educativa fue un respirador simbólico y un motor político. Un tanque de oxígeno después de años de retroceso y en medio del mayor retroceso histórico en términos sociales, económicos y políticos para los trabajadores.
Pero la ultraderecha es vampira. Chupa sangre. La espectacularidad del presidente, su único mérito (según quien admire o no la espectacularidad de durlok de Milei), parece ser su manotazo de ahogado. Un Seinfeld fallido.
La semana pasada circuló una nota de 2002 del querido Dal Massetto, “Me achiqué todo lo que pude”. Genial. Me llamó la atención que en el 2002 se dijera “achicarse” a lo que ahora llamamos “ajustarnos’. Es el lenguaje del FMI. Su dialéctica.
Achicarse describía del poder mucho mejor lo que el poder quería: no solo empobrecernos sino y sobre todo, que creamos que somos pocos, chicos, débiles, poca cosa, viejos meados, zurdos de mierda, kirchneristas chorros. Que nos achiquemos es una condición sine qua non del proyecto de Sturzenegger y de todos estos energúmenos.
Así que yo creo que es un momento para pensar en agrandarnos. Tenemos que pasar a la ofensiva discursiva y de acción política. Acá no se achica nadie.