Don Tomás se bajó del zaino y nos pusimos a conversar. Le agradecí lo lindo que lo había pasado en el asado que organizó para el día del trabajador. Allí, uno de los vecinos me preguntó «cuándo va a dar su charla». Contesté que prefería hacerlo cuando la gente haya venido sabiendo a que venían; me parecía un engaño dar una «charla» de campaña cuando el pretexto de la juntada era por el primero de mayo.
Sin embargo, durante ese atardecer, durante la conversa al pie del zaino manifesté mis ganas de organizar una reunión, quizá con unos choris, para charlar y escuchar. «A mí la política no me va; nunca participé de esos choripanes que se hacen antes de las elecciones» me dijo el hombre, enfatizando su descreencia en la política. Miré hacia las sierras, le comenté a Don Tomas si pensaba que iría a llover; se las veía con algunas nubes, la luna saliendo detrás. Del otro lado, en el poniente, el horizonte se ponía con ese color que solo se da en los días fríos. Mientras mirábamos le pregunté cuanto le había salido la carne para el asado del primero de mayo. Muy cara me dijo. El atardecer era imponente. Le dije que, entre otras cuestiones, estaba cara porque los animales criados acá son transportados más de doscientos kilómetros para ser faenados del otro lado de la sierra y luego la carne viaja de vuelta la misma distancia para ser vendida en las carnicerías del pueblo; todo ese flete es muy caro y lo pagamos al comprar la carne. Contemplando la luna que mágicamente seguía apareciendo detrás de las sierras continúe diciendo que si pudiéramos comprar carne de animales criados y faenados acá, en las sierras, sería más barato; además, comeríamos carne más rica, de animales criados a monte y no de esos engordados a corral con granos. «Sí, eso sería muy bueno» me dijo. Lo miré y le dije que esa decisión, la de poder faenar acá, es una decisión política. Don Tomás se quedó mirándome, en silencio, otorgando.
Me gustaría continuar mi relato diciendo que Tomás me decía «Bueno don, adonde le parece que organicemos los choris»; pero no me dijo nada, simplemente me regaló su silencio, un silencio muy certero.
La dirigencia política llevó al descreimiento de la política. Fueron buscas , trepadores ; hicieron de la política su profesión.
Las personas del pueblo se cansaron de la inconsecuencia . No tienen personalidad . Dependen de los medios . Una vergüenza.
Fernández Madero está en una provincia destruida por Cadena 3 y la Voz .
Cuanta razón tiene Usted Luis María Sejas.
Por eso es que es tan grande la tristeza por el inconmensurable daño que ha hecho esta administración incumpliendo todas las promesas de campaña.
Esta actitud traicionera le ha dado letra a tantas y tantos detractores de la política confirmando su latiguillo «son todos iguales».