Los únicos privilegiados

La contratapa de P/12 de hoy.

El 9 de julio pensé todo el día en 9 de julio, Corrientes. En qué coincidencia. En qué patética fue esa vigilia gélida de la antipatria en Tucumán. En qué pasa, qué pasará con nuestros niños. En los años terribles que les esperan, en el daño que ya sufren, que es crecer en un país donde todos somos culpables de querer hacer las cosas juntos. Y donde han estallado los valores. 

Pensé en los niños que no comen y que saben que la leche y la carne están en alguna parte inaccesible. Que saben que el Estado no los quiere alimentar. “El Estado presente se ha terminado”, dijo Milei. Lo que no dijo es que se ha terminado lo que entendemos por estado presente, pero el Estado no se ha retirado: sigue vivito y avivadito el Estado para los amigos evasores, los buitres, los grandes herederos, los yanquis y los israelíes, que se llevan el petróleo de Malvinas. Un Estado golpista, con falcon verdes en su zona de confort, El presidente, que acusa de golpistas hasta a los bancos, lleva adelante un golpe contra la Constitución Nacional. Y todos son vacas que miran pasar el tren.    

Volviendo a los valores, los que nos constituyen como buenas personas seguramente son un legado de alguien, padre, madre, tía, abuelo, vecina, amigo, hermano, compañera. Solemos ser buena gente honrando una memoria, aunque se trata de una inercia del ánimo tan profunda que quizá no sepamos de quién. Pero así somos. Cadenas. La historia entera de la humanidad es una posta entre generaciones. 

Pensé el 9 de julio en 9 de Julio porque allí se exponen como en una parábola los cadáveres de valores éticos que el pueblo sí conserva creo que mayoritariamente, y en eso estuve pensando mientras escuchaba a hablar a los correntinos: “Basta, con los niñxs no”. 

Son las instituciones, o mejor dicho, los topos que las destruyen por dentro, las que han roto mucho más que el pacto democrático. Han roto la buena fe, la decencia, la confianza, y todo lo han reconvertido en miedo y sospecha. Y Corrientes es un ejemplo de un país extraviado.  Asistimos a un espectáculo de mutilación de valores que expresa el final de una era y el principio de otra que puede ser letal, o no, porque todo es dinámico. Yanis Varoufakis habla de tecnofeudalismo: sin escuelas, sin sindicatos, sin universidades, sin libertad de expresión, sin sustento ni recursos, seremos siervos. Nuestros hijos, nuestros nietos serán siervos. Y no sé si la ven, pero en las ultraderechas hay una escandalosa saña contra las infancias.          

 Pensé qué sentirán los niños nuestros, los de esta patria entregada, los que están siendo entregados con ella. Si sus helados, si sus bicicletas, si sus milanesas, si sus regalos de cumpleaños están mutando en cosas inasibles, ajenas, que ya no les pertenecen y con las que no pueden ni soñar. Uno se acostumbra muy pronto a no soñar, cuando vive en un país en el que todo es imposible. 

Pensé en nuestros niñxs porque los están queriendo convertir en cosas que se pueden comprar o vender, como proponen los libertarios y el propio Milei pretendiendo que es un tema filosófico. Los niñxs argentinos están siendo ultrajados tanto porque se prefieren alimentos podridos a comidos por ellos, como por la amenaza de los que les ponen precio. 

Pensé que ese tecnofeudalismo que quiere imponer la nueva casta de “nubalistas” –así llama  Varoufakis a esa nueva elite multimillonaria que pilotea a IA –, necesita atacar a las niñeces porque los niñxs son la evidencia de nuestra condición de mamíferos. No somos avatares. Venimos al mundo incapaces de sobrevivir por nuestros propios medios y necesitamos del amor de alguien para seguir vivos. Los niñxs, con su sola existencia, contradicen al homo tecno que no necesita comer ni sentir ternura.                             

La escena correntina es obscenamente brutal. El Estado correntino está claramente perforado por el crimen organizado. En 9 de julio la gente se pregunta todo el tiempo por sus niños, porque les habían puesto un comisario con antecedentes de violación. Y el cura lo protege. La policía del pueblo persigue todavía, ilegalmente, a los testigos. Allí  Loan se ha vuelto el hijo de todos, y eso significa que tienen miedo por sus hijos, que sus hijos pudieron o pueden tener el destino de Loan. “Con vida lo llevaron, con vida lo queremos”, cantaban los vecinos. Un amasijo de épocas y lugares distintos, pero argentinos. Porque para ese niño la forma del martirio y el de su familia es la desaparición. Qué coincidencia tan racional. 

El 9 de julio, esos dieciocho gobernadores que fueron de traje oscuro como el destino de la patria, una vez más, una de decenas de veces desde que asumió este gobierno, fueron filosos con la lengua pero carneros en los actos. Entregaron a sus pueblos, con la verba inflamada por la palabra “industrialismo”,  con quejas de suegra por el maltrato y las humillaciones recibidas, fueron como les dijeron, oscuros, para que El Jefe brillara con su chal rojo. Son cómplices del industricidio más grande de la historia argentina, mediocres que se creen importantes porque los dejan hacer el sketch del indignado que después se sujeta al pragmatismo. No tienen nada de pragmáticos. Son vulgares vivillos que hacen cuentas caseras mientras se les incendia la cuadra.   

Pensé y pienso en los niñxs, en los niñxs caídos. No como soldados, como ángeles. En un mundo en el que los valores que defendemos en nuestra voluntad de comunidad organizada, en  que esos valores no solo de han deshecho en un sector, sino que se fusiona con tanto barro que traemos de arrastre, de tolerar defecciones, de elegir chupamedias, de no dejar pasar a los de abajo, en este mundo terrible, dónde poner la iluminación de la inocencia sino en los niñxs.

Esas criaturas recién llegadas que nos necesitan. Todos necesitamos que nos necesiten alguna vez en la vida, porque eso nos hace humanos. Es cuidar hasta darle tiempo al hueso, como en la anécdota de Margaret Mead, a que se suelde. 

Nosotros como adultos, como seres amantes, como militantes, como buena gente, no podemos permitir que los niñxs sean entregados al hambre y a la muerte. En lo racional, en lo emocional, en lo político y en lo moral, la lucha durará hasta que los niñxs vuelvan a ser los únicos privilegiados. Sin metáfora. Así, tal cual.

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