Quien es Sabrina Ortiz

Madres de barrios fumigados de Pergamino

Madres de Barrios Fumigados
Sobrevivir al glifosato

Horas antes de perder su segundo embarazo Sabrina Ortiz sintió contracciones muy fuertes. Ese día habían pulverizado la tierra ubicada frente a su casa. Las fosas nasales le quemaban, y también la garganta. Tuvo vómitos y mareos que hacían que todo a su alrededor girara, hasta que supo que había perdido a su hijo de cinco meses de gestación, deseado y buscado durante mucho tiempo. Le costó recuperarse y volver a hablar. No sabía donde estaba parada, pero ni bien tomó impulso volvió a denunciar en la fiscalía.

Sabrina Ortiz nació y vivió toda su vida en Pergamino, donde las tierras más fértiles del mundo se ahogan en glifosato. Ella y su familia son víctimas del sistema productivo que conduce a la siembra de semillas transgénicas que deben resistir a los agroquímicos cada vez más tóxicos.

Fue al jardín 913, hizo parte de su escolaridad en el Hogar de Jesús, y terminó el secundario en el Instituto Comercial Gianelli. Durante su adolescencia tuvo algunos trabajos informales, fue moza, vendedora en un comercio y en un kiosco. Iba al club de su barrio donde practicaba karate y voley, le gustaba tener su plata para los viajes y sus compras. Su hija mayor llegó cuando terminaba el secundario. La directora del colegio de monjas quiso
que abandonara mientras durara el embarazo, pero Sabrina se opuso y decidió finalizarlo. Su mamá y su papá la respaldaron y en enero del 2001, recién egresada, tuvo a su primera hija.

-Hubo algunas cosas tontas, yo tenía que leer un discurso de fin de año, me habían elegido porque escribía bien, y ella no quería que lea porque estaba embarazada. Era la imagen del instituto, imaginate. Fue complicado, pero yo no iba a dejar la escuela, porque sabía que dentro de todo iba bien, que nunca había tenido problemas con las notas, ni de relación con nadie. Fui independiente desde muy chica, eso ayudó. Por
eso terminé la escuela.

La llegada de su hija la ordenó. “Algunos dicen que era muy joven, yo tuve la gracia de tomar buenas decisiones y concentrarme en la idea de crecer siempre, para darle una crianza de respeto y con dignidad, para eso hay que trabajar y hacer cosas que de tan chica una no se plantea”, dice. Después hizo algunas materias de medicina en la UNR, se metió en el área de salud, hasta cursó las pedagógicas y se dedicó a la docencia en salud
universitaria.

No estaba en sus planes ni en su imaginario estudiar derecho. Verse atada de manos la obligó a repensar sus estrategias. Incluso los abogados que se decían ambientalistas no se querían meter con la discusión sobre las fumigaciones y el impacto en la salud.

Habló con su marido y le dijo que necesitaba estudiar derecho. Necesitaba encontrar justicia, buscar alivio, no solo para ella y su familia sino para todo el barrio. Se estaban muriendo los hijos de sus vecinas, y nadie les daba una respuesta.

En estos años Sabrina ha encontrado manojos de soja arriba de su auto, cajas en el techo de su casa y bidones con agroquímicos en su puerta. También ha recibido llamados anónimos y su perro fue baleado desde un auto. Una vez -recuerda- los siguió la policía cuando volvían de hacerse estudios, hasta que entraron en una estación de servicio y se metieron en un pueblo para despistar. Esa vez se miraron con su marido. A los hijos no les dijo, pero Sabrina pensó “acá nos matan a todos”.

-Desde muy chica tuve la posibilidad de expresarme, de decir lo que pienso, y veía que ésto no tenía vuelta, no tenía salida. Tenía muy claro que no iba a ser fácil, se repetía la secuencia de mi vida. Las experiencias de sacrificio y perseverancia, pero la alternativa era estar envenenados y no hacer nada.

Se recibió en noviembre de 2016 e hizo la matrícula provincial para poder hacer la primera presentación en la fiscalía local. Esa primera vez no tuvo eco. Le preguntaban a los propios productores sobre el impacto de los agroquímicos en las personas, que es como preguntarle a la multinacional MONSANTO qué le parecen los productos que fabrica.

Al poco tiempo decidió hacer una denuncia anónima en el juzgado federal, y cuando vio que se movía el expediente se presentó como querellante, amplió la denuncia y juntó más pruebas. La causa, hasta ahí era particular, pero con el tiempo logró que involucre a todo el barrio que estaba sufriendo las mismas consecuencias.

Para sorpresa de Sabrina, el juez Carlos Villafuerte Ruzzo inmediatamente empezó a hablar del impacto a la salud de las personas en cercanía o exposición a los agroquímicos, y se metió en el corazón del sistema productivo. Analizó el agua, la tierra, y la salud de las personas, investigó en los campos con cadenas de custodia. Sabrina, a la cabeza de Madres de Barrios Fumigados, consiguió un nuevo fallo judicial de restricción para realizar fumigaciones, que hace una semana fue ampliado. La cautelar prohíbe las fumigaciones aéreas y terrestres con agrotóxicos a menos de 3 kms y 1095 metros respectivamente desde el límite de toda la planta urbana.

-Yo no podía creer. Porque nadie se anima siquiera a decir agroquímicos, dicen fitosanitarios. El juez se puso el tema al hombro, ya van catorce cuerpos en el expediente, eso para nosotros es un aliciente, creemos y confiamos en que se hacen las cosas que nadie hizo. Me quito el sombrero. Sus hijos ya pusieron el cuerpo. Por eso trata de preservarlos. Su hija más grande es callada y reservada pero tiene las palabras justas, felicita a su mamá por cada logro, mientras ella terminó la escuela con maestra domiciliaria por su problema de salud.

-Las cosas que se ha tenido que bancar y con la fortaleza que lo ha hecho, contagia.
Pensamos que para ella iba a ser trágico, pero tomó todo con tanta entereza que me hizo acordar a mí cuando era chica. Su hijo, está con controles permanentes, algunas veces se le inflama la lengua, otras tiene sangre en orina, y algunas complicaciones que van surgiendo. Desde chico las extracciones de sangre para análisis son permanentes. Pero no llora cuando le duele algo. No lo manifiesta, aunque Sabrina se da cuenta.

A algunas personas el miedo las paraliza. A otras las empuja. A Sabrina los medios locales de Pergamino la nombran como “la vecina” y a los defensores del modelo productivo como “abogados especialistas”. Es una forma de ninguneo. “No importa como me llamen, importa el accionar, creo que vamos a llegar muy lejos”, dice.

-Yo no tengo intereses más que la preservación de mi familia, eso es lo peor a lo que se enfrentan, acá no hay billete que valga. Cuando a una madre le tocan un hijo, no saben a dónde va a llegar. Creemos que otra agricultura es posible y que el Estado es el primer responsable en brindar las herramientas para que ese traspaso se haga efectivo. A veces pidiendo de más, se logran algunas cosas. Ahora van a apelar, y es bueno saber que tengo herramientas. Si dan lugar a la apelación yo pienso ir a la Corte Suprema, ya está decidido.

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Un comentario

  1. Ya señalé en el Muro que Dejamelo Pensar , en su emisión por Radip Hache , hizo un único y significativo aporte a la visibilidad de este tema álgido y muy preocupante .
    En un agudo reportaje , la entrevistada se explayó suficientemente sobre las peripecias que su familia y vecinos debieron soportar con los agrotóxicos .
    No lo visualice en otro medio .
    Felicitaciones .

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