El juego de las diferencias
La semana pasada, con pocos días de diferencia, se produjeron dos novedades relevantes en materia judicial: el sobreseimiento de Cristina Fernández en la causa Hotesur y el procesamiento de Macri en la causa por espionaje a los familiares de los tripulantes del ARA San Juan.
Los medios filo macristas no dejaron pasar la oportunidad para hablar de impunidad y persecución, como dos caras de una misma moneda, como una forma de alimentar el remanido pero eficaz “son todos iguales”, argumento madre del sentimiento antipolítico, que de triunfar nuevamente enterraría conceptos centrales para entender esta época, tales como lawfare y guerra híbrida.
La estrategia es comprensible y oportuna: una mirada veloz y superficial estará tentada de igualarlos. Después de todo, son dos expresidentes con problemas judiciales. Y ya sabemos lo que sostiene nuestro texto fundacional, el Martín Fierro, acerca de la ley como una telaraña. En consecuencia, vale la pena hilar más fino y establecer claramente las diferencias entre uno y otro, como en esos juegos de atención y agudeza visual que nos proponía Billiken.
Uno, el rol de los servicios y los medios. Macri tiene problemas judiciales, pero, ¿fue espiado? ¿le pincharon los teléfonos? Si eso ocurrió, ¿qué destino tuvieron esas escuchas? ¿Se filtraron en C5N, en Radio Madres o en la 750? La respuesta es un “no” rotundo, que contrasta con las conversaciones privadas de Cristina, que nada tenían que ver con ninguna causa, que solía emitir Majul. Si lo que define el lawfare es el colecho obsceno entre jueces, servicios y medios, entonces aquello era una confesión de parte. Y lo de Macri es, simplemente, una causa judicial en trámite.
Dos, los querellantes. Los querellantes en la causa por espionaje son personas físicas, con nombre y apellido, claramente ajenas a la política. “Ajenas”, por ser prudente, porque la relación entre la marina y el peronismo, a lo largo de la historia, no fue precisamente amistosa. Es decir, son insospechados de intencionalidad política y probablemente muchos fueran, antes del doloroso episodio, parte de la base electoral de JxC. ¿Tuvo alguna vez CFK un querellante comparable? Otro “no” rotundo. Siempre fueron figuras de la oposición -Stolbizer, Iguacel, Ocaña, etc- o anónimos que entregaban sobres con pruebas a periodistas al mejor estilo de Tiburón, Delfín y Mojarrita.
Tres, la actitud ante el juez. ¿Intentó CFK recusar o remover a algún juez? No. Nunca. Ni siquiera a Bonadío, cuya hostilidad era evidente. Tal vez porque sabía que no tenía posibilidades de lograrlo -era visitante- o porque no tenía jueces amigos con los cuáles jugar tenis. El primer reflejo de Macri, en cambio, es siempre llevar las causas hacia ciertos tribunales y ciertos jueces, porque unos (unos cuántos) forman parte de su dispositivo de poder y tienen la misión de protegerlo.
Claro que hay más pero tres es un buen número para empezar. Es un número más que recordable para esos compatriotas que, desconfiados o desilusionados, miran la política de lejos, desde donde es casi imposible comprenderla y es más fácil sufrirla, ser manipulado o vulnerado. Porque, como decía Néstor, “la política la hacés o te la hacen”.
Sin desmerecer en absoluto a Garriga , todo lo descripto es obvio .