El otro campo, Nacional, popular y agroecológico

El otro campo, el de los pequeños productores.

Zulma Molloja nació Bolivia, pero se crió en Alto Comedero, cerca de San Salvador de Jujuy. Su mamá y sus abuelos producían en el campo, plantaban frutos y hortalizas. Ahora vive -desde algún tiempo- en La Plata, en la zona de quintas donde trabaja la tierra, y desde hace cinco años milita en la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Tiene sembrados zapallitos, lechugas, zanahorias, y algunas cosas más. Se unió a Trabajadores de la Tierra por una cuestión personal, y por las tormentas. Se sentía sola y un poco desamparada. Un temporal fuerte hizo que toda su producción y su casilla se viniera abajo. Se quedó llorando sin saber qué hacer y sin ayuda de nadie. “Cuando pasan estas cosas los pequeños productores se organizan, se ayudan entre ellos, por eso me uní”.

Pensó en dejar de invertir en agroquímicos, y pensar en otras alternativas. En ese sentido, “avanzamos mucho en cuestiones agroecológicas, antes comprabas un veneno con 6 mil pesos, y hoy trabajamos con fertilizantes y ahuyenta plagas casero y orgánico”. La agroecología es un cambio de paradigma, y hoy son muchísimos más los que están trabajando sin tóxicos e intentando modificar el modelo productivo, “también planificamos la comercialización, la venta directa entre el productor y el consumidor”. Venden en algunas plazas de forma directa para poder recuperar las inversiones que realizan, ya que muchas veces los intermediarios se quedan con gran parte de las ganancias. Los pequeños productores en La Plata organizados son cerca de seis mil, y casi dieciséis mil en todo el país.

La gran contradicción en un país con vasto territorio como Argentina es la falta de oportunidades para adquirir tierras. Los pequeños productores normalmente se ven obligados a arrendar, “la realidad es que del uno al diez tenemos que pagar alquileres carísimos, hasta veinte mil pesos la hectárea, es una locura. El pequeño productor está a la deriva, sin tierra, sin vivienda”, explica Zulma. Las viviendas que ellos mismos logran construirse con maderas son muy precarias, y corren el riesgo de incendio, que arrasa con todo. Hace pocos días hubo dos casos por cortocircuito, que dejó a dos productores con lo puesto. Son el otro campo, el que no se ve afectado por las retenciones porque produce para el consumo interno. “Lamentablemente no podemos exportar grandes cantidades, pero producimos alimentos sanos para los argentinos, alimentos que llegan a la mesa de las familias”.

Paralelamente, intentan concientizar a las nuevas generaciones de niños, niñas y adolescentes respecto a la calidad de los alimentos que consumen. Se les enseña desde la huerta cómo cultivar sin agrotóxicos. Así, no solo se cuida la salud, sino la misma tierra, como un elemento lleno de vida, y el medioambiente. Además, desde la organización abordan la problemática de género, e intentar brindarle herramientas a las víctimas violencia, para poder llevar adelante sus familias. Han levantado un jardín comunitario donde más de 40 niños y niñas hijos de quinteros asisten, escapan a la desnutrición, aprenden huerta y consumen orgánico. Lo cierto que en este debate sobre las retenciones, el foco está puesto muy lejos de la salud pública, y muy cerca de la lógica capitalista de producción.
Zulma Molloja tiene cierta esperanza, sobre todo en ellos mismos: “Siempre nos engañaron y mintieron, pero hoy en día tenemos esperanza de que puede cambiar algo, pero somos nosotros mismos los que hemos cambiado el esquema al hacer agroecología, hemos avanzado en la organización”.

El reclamo que siempre han hecho y según Zulma seguirán haciendo es el del acceso a la tierra. “Queremos créditos blandos, no queremos que nadie nos regalen nada, queremos tener una vivienda digna, de material, y una tierra propia”, dice y explica que generalmente, los dueños de las quintas no les permiten construir casas de material y por eso el esquema es levantar casillas de madera, precarias y poco seguras.
La diferencia con los dueños de la tierra es ideológica, y también histórica. Zulma sabe que hay una batalla cultural de por medio, aunque asegura: “No nos interesa tanto discutir ciertas cosas, queremos que avance la agroecología y que se revalorice nuestro trabajo, siempre se apoyó a los grandes sojeros y a los grandes empresarios y se han olvidado del pequeño productor, esa es la realidad”.

Crédito Foto: diarioQué

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4 comentarios

  1. No queda otra compañero de UTT, esté modelo productivo actual se cae por su propio peso, la realidad es la mejor prueba para refutarlo.Ya es insostenible desde cualquier punto de vista que se lo analize, social,económico, ambiental etc.etc. La grandes empresas multinacionales, van a tener que reconvertirse si quieren seguir lucrándo. Y las primeras en hacerlo, van a tener que ser, las Química, se acabó el verso del Mercado de los fertilizantes, la solubilidad de los nutrientes embolsado no va más, la verdadera solubilidad depende de la microbiología del suelo.

  2. Si tiene veneno, No es alimento. Entonces qué es? Solo mercancía, valor de cambio. Dinero para unos pocos y enfermedad para la mayoría.
    Los valores de uso se están perdiendo? ¿Hablan de alimentos los productores de transgénicos o hablan de mercancías?

  3. *Ley de soberanía alimentaria
    *Democratización de las tierras
    *Supermercados comunales autosustentables con infraestructura y apoyo logístico municipal.
    *Seguro contra desastres naturales.
    *Porcentaje fijo de expendio ecológico en comedores .
    *Control integral de los precios.
    *Apoyo desde el Conicet para mejoras tecnológicas y ramificarlas con incentivos para proyectos de pymes de servicio.
    *Promoción con las pautas publicitarias.
    *Promocionar los debates escolares.

    La barrera son los monopolios. La gran producción farmacéutica se sustenta de la dependencia del Sistema de Salud a los designios del mercado que traspasan sus margenes de previsión. Los efectos colaterales se legalizan y son ocultos en los números de la masa por la lógica de la resistencia inmunológica y nuestro programa natural de adaptación a la degradación del cuerpo hasta la muerte. El circulo virtuoso de la producción química se verifica en Bayer-Monsanto, que han hecho del mundo un laboratorio de experimentación lucrativo estableciendo a la enfermedad crónica ambiental, física y mental como el negocio perfecto. El peso de esta inercia inconsciente de degradación humana siempre recae en los más débiles.
    ¿Cuál es el grado de salubridad mental del sistema sobre esta situación?
    ¿Como se describe ante la ley a un plan sistemático y generalizado de esta magnitud?

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