En Argentina hay más de seiscientas mil pequeñas y medianas empresas. Pymes. De ese número casi el 90% emplea entre 1 y 100 trabajadores y de ese 90% casi el 80% tiene entre 1 y 10 empleados. Esos cuasi kioscos explican el 80% del trabajo registrado del país y el 70% del consumo interno de los argentinos. Las pymes son productoras de trabajo y consumo.
Para hacerla fácil: en el barrio, cerca del laburo, a la vuelta del club, al lado del chino, donde vive la vieja, en todos los lugares que conforman la vida cotidiana hay una pyme, hay trabajadores de pymes y ¡sorpresa!, hay un empresario pyme. Un empresario que produce las tapitas de luz de casa o los tornillos para armar la mesa o el polímero, la membrana que nos protege de las goteras, la máquina vial que arregla nuestra calle, los carteles luminosos donde vemos la publicidad favorita, las jeringas del remedio de la abuela, el CD que ponemos en la compu, los cables que no vemos detrás de las paredes…” kioscos” que producen con trabajo argentino el entorno, la realidad palpable en la que transcurre la mayor parte de nuestra existencia. Bueno, el cuento es muy sencillo, un sentido común que duele de tan básico y fácil. Si la gente tiene plata en el bolsillo, las pymes producen, emplean gente, invierten en más máquinas y, si crecen mucho según las políticas de estado, llegan a exportar. Los productores de insumos o de bienes de capital también crecen. A su vez, los trabajadores tienen plata, gastan en alimentos, remedios, ropa, vivienda y si todo va creciendo ahorran y compran un auto, una moto, o viajan,
salen a comer y/o ver espectáculos, la vida se va llenando de posibilidades de futuro y de bienestar. Es un círculo virtuoso que funciona en la mayoría de los países llamados desarrollados o de primer mundo. Y funcionó así en diversas ocasiones en Argentina.
La corriente de pensamiento económico y de organización de la sociedad llamada Neoliberalismo propone e impone el modelo exactamente al revés. Un círculo vicioso en el que los más ricos y poderosos, las minorías, cada vez tienen más bienes y posibilidades, apuestan a ganar sin producir en el mercado financiero y en el que la mayoría de la población cada vez tiene menos acceso a bienes y servicios, o bien son expulsados del sistema, condenados a la exclusión y la marginalidad esperando el “derrame” de la felicidad acumulada por los de arriba que nunca llega. En Argentina ese modelo es y fue el Macrismo. Y las víctimas de ese modelo fueron los más vulnerables y los últimos de cada nivel social. En el mundo de la empresa y la producción el blanco de la bomba neoliberal fueron los empresarios pyme.
Víctimas silenciosas e invisibilizadas de la noche neoliberal, las pymes resistieron de mil modos posibles la destrucción del salario de los trabajadores, su principal cliente, de la caída del consumo, el encogimiento de la vida económica y social de la comunidad a la que pertenecen.
Algunas, miles, hasta desaparecer. Otras, sosteniendo el mínimo de trabajo posible para evitar despidos, conteniendo y conviviendo con sus trabajadores en el medio de la tormenta, reduciendo la producción, apagando la mitad de su máquinas, flamantes, jóvenes. El apagón del cada barrio, visible al que quiera abrir los ojos, es hijo del cierre de comercios y pymes que le daban vida y ritmo.
Atrapado en el laberinto del ajuste, el golpe final, la pistola taser del Macrismo que llevó a los empresarios pyme a la parálisis fue la tasa de interés. Acorralados hasta la falta de aire, el ahogo de la deuda impagable, el embargo, la quiebra. Como el país para el que producen.
Por ello, la primera medida del gobierno popular, que empieza en todos los campos reparando de abajo hacia arriba, es la moratoria. Parece poco, apenas un gesto burocrático perdido en un mar de decisiones más épicas. Sin embargo es parte de la misma lógica con que se nos ha propuesto transitar el camino hacia el rescate de una Patria para todos: el Estado extiende una mano para que el vulnerado se incorpore y camine.
De eso se trata. Un mensaje de esperanza que le permite al pyme soñar con no tener que despedir al puñado de personas con las que convive y forja proyectos y productos, con poder dormir por las noches sabiendo que hay un mañana que lo incluye como actor relevante de una Argentina justa y feliz.
Tendrían que leer este informe los pelotudos que apoyan a Macri.
Realmente que bueno poder leer/escuchar nuevamente a Sandra, una cabeza privilegiada y, muy importante, alejada del odio visceral de la derecha oligárquica, de la cual fue y es aún hoy blanco de aquel y este odio remasterizado. Excelente nota esta de las pymes, por allí uno se pierde en la maraña de mentiras que produce la derecha, entonces llega gente como Russo que aclara y te reubica. Aires nuevos y descontaminados se avecinan. Gracias y adelante Sandra. Te seguiré leyendo/escuchando