La militancia es la victoria sobre el individualismo. Es una tarea compartida donde la soledad es negada.
Es una acción sistemática orientada a mejorar lo que nos rodea en el corto tiempo de vida que se nos concede.
Una opción de vida signada por una esperanza obstinada y blindada.
Una vocación de arquitectura y/o ingeniería social acuñada con manos de albañil y brochas gordas de pintadas callejeras.
Una sensación de estar edificando colectivamente una realidad alternativa a la miseria del mundo, impuesta por los poderosos.
La militancia no es ajena a los antagonismos ni a las adversidades, Siempre viene escoltada de consignas y puteadas. Quienes no saben contra quinees pelean no pueden ser catalogados como militantes.
Su práctica sabe de debates precisos y de responsabilidades asumidas.
De emocionadas victorias y de amargas derrotas. De renuncias y retribuciones sin devoluciones requeridas.
No hay militancia sin fraternidad/sororidad porque su conciencia última es un fuego común que enlaza las vidas priorizando los acuerdos por sobre las discrepancias.
Todo militante tiene como precondición el conocer la cara de sus enemigxs. Su experiencia conlleva la memorización de los nombres de quienes ensucian el mundo en busca de garantizar sus privilegios.
Un militante nunca olvida quiénes impulsan la continuidad de las carencias. Y sabe quiénes y cuando se produjeron las represiones que ahogaron la respiración del pueblo.
Un militante tiene una guía incorporada para percibir dónde se esconden los verdugos que impiden un trayecto vital colectivo más bueno, bello y justo.
La militancia es una práctica de aguas profundas. Sabe de paciencias y de emociones cotidianas. Y es liberadora porque atraviesa experiencias íntimas y múltiples en su mismo trayecto enlazado.
Es liberadora porque sabe de recorridos conjuntos, detrás de esas inmensas banderas que cobijan disputas y esperanzas.
No hay militancia sin pasión. Sin polémicas que se extienden ante la responsabilidad de quienes se sienten atravesados por las urgencias irresueltas.
En América Latina la militancia siempre tiene como amenaza potencial la amenaza del dolor, la a cárcel, la censura y el exilio.
Pero anota en pequeñas libretas memoriosas las fechas de cada rebeldía popular, la dirección de cada local partidario, la proclama de cada asamblea, el homenaje a nuestrxs muertxs íntegros devenidos en banderas.
La militancia sabe de ojos ardidos resistiendo los gases. Y conoce la vestimenta uniformada que postula repetidamente la muerte.
Conoce las tácticas del pañuelo mojado y perpetúa –en la cámara lenta de la consciencia– la balacera que cruza el sonido de nuestra desobediencia contra lxs poderosxs.
Aquellos que nunca han militado están a tiempo. Es una escuela de humildad y de aprendizajes que te instala en una dinámica incomparable, ligada a la sensibilidad, el altruismo y al enfrentamiento contra el egoísmo. Ser un militante es ser un hijo/a y un/a hermano/a de quienes te rodean, de sus necesidades y de sus sueños postergados.
La militancia te transforma, te modela, te educa, te convierte en una mejor persona: es una forma del amor que carece de sinónimos. Inunda la vida de objetivos válidos. Te hace fuerte porque te convoca a algo más trascendente que tu propia vida: al cooperar en el armado de un tinglado político de anhelos dejamos de morir en nosotros para ser parte de un oleaje que tiene continuidad en lxs otrxs
La militancia, de alguna manera, te sujeta con huesos de otros, te hace andar con piernas de tercerxs y levanta múltiples brazos que alguna vez supusiste ajenos.
Te llena de vidas pasadas que enseñan el valor de la palabra dignidad.
Te explica porqué nunca hay derrota definitiva si sos capaz de seguir pelando.
Te mete de cabeza dentro de la historia porque te incita a discutir, de forma intergeneracional, con las deudas del pasado y las esperanzas a ser conquistadas.
Quienes hacen de su vida un hueco vacío, una forma estilizada y perpetua del presente, una isla nimia en el entorno de sus orejeras narcisistas, nunca podrán entender ni disfrutar la realidad encendida de unos abrazos militantes.
» Ver Napoles y después Morir » .
» Leer a Elbaum y después Vivir » .
Insuperable escrito . Una obra de arte literaria. Perfección pura .
Elbaum nos cobija , arropa , enternece y catapulta .
Estremecedor .
Cada día te quiero más, tu pluma se nutre de tus tiernos adentros
Ladurruani