No es el beso. Es Cabaret. Es money money money por un lado y la iconografía del vivamos hoy que se va todo a la mierda por el otro.
Es la pulsión de mostrarlo todo porque sin esa exhibición el producto político decae o debería hablar de lo importante, de lo trágico, de lo desesperante De su crueldad innecesaria, solamente necesaria en todo caso para quebrarnos, para deprimirnos, para que se diluya el deseo de vivir.
Entonces le da forma y visibilidad al deseo, pero el deseo de Milei no es por la mujer que besa. Ella es un instrumento, una cosa con menos relevancia que los perros. El deseo es de poder, de glorificación, es gula de poder
Néstor y Cristina, en el clásico abrazo del 2008, son la impotencia colectiva frente a las presiones agroexportadoras para dar paso a un modelo de valor agregado, sin el que no hay trabajo. Milei besando a Fátima en un escenario de Mar del Plata es Milei diluyendo su tiranía, creando su pantalla y ficcionando humanidad. Ahí no hay amor, hay perversión.