Hay algo que, más que otras cosas, me saca de quicio de Milei. Me pasa con la temporalidad a largo plazo que introduce y que todo el mundo le consiente, como si fueran asistentes terapéuticos o gente hipnotizada. Primer ciclo, segundo ciclo, tercer ciclo. “Dentro de 15 años se observará el primer signo de mejora”. “Podremos hablar de un ciclo completo dentro de 35 años”. ¿A quién le habla? ¿Se creerá que somos chinos, que planifican por décadas su economía? (Al margen: otro que planificaba la economía y que se llamaba Perón, decía que la política es la internacional, que lo demás son cuestiones domésticas: no les alcanzará la vida para reparar el daño que le hizo a este país la canciller Mondino, una boca de jarro que evidentemente trabaja de anticanciller).
Milei convenció al 55 por ciento de que era un outsider. Tan outsider es, que se ha propuesto una autocracia que dure medio siglo, durante el cual él no deberá discutir con nadie que no piense como él, porque que lo contradigan lo irrita. Qué es eso de discutir con gente inferior ética y estéticamente. Tampoco con los que lo votaron, que son hologramas. Para él tienen más consistencia los clones que las personas.
Keynes se revuelca en el cielo de los que evitaron enormes sufrimientos, y le grita: ¡En el largo plazo estamos todos muertos! La reconstrucción de Estados Unidos después de la Gran Crisis pudo lograrse porque las ideas de Keynes formaban parte del sentido común de la época. Los estados de bienestar, cuyo legado hacen que la UE todavía hoy pueda soportar su decadencia, surgieron impulsados por esas ideas. Que empezaban al revés de lo que hoy forma el sentido común de esta época gracias a la alta rotación: el estado es el pedófilo en el jardín de infantes. Una metáfora que habla más de quien la concibe que del estado, obvio.
Aquellos momentos de grandes hambrunas, de miseria sin precedentes, se encararon con el Estado en el centro, dirigiendo coreográficamente los recursos, que se destinaban especialmente a obra pública, porque todo estaba destrozado y también porque lo urgente era terminar con la muerte. En ese sentido no es solamente Keynes, son infinitas las corrientes de filosofías, ideologías, religiones, cosmovisiones ancestrales que se basan en la cooperación y la armonía, en el apuntalamiento a los más débiles, en comunidades organizadas.
Llamar a todo lo que no sea mesianismo financiero “comunismo” es una más de las técnicas de eliminación del discurso del otro y de imposición del propio. Nadie lo confronta cuando dice eso y es un verdadero disparate propagandístico de carácter netamente fascista. Cuando dijo que el Papa era el maligno nadie lo interrumpió. Ahora le escribe cartas.
Las escenas del Congreso esta semana fueron bizarras. Eso no es innovar, es algo escatológico. Hemos presenciado sucesivos gallineros o torres de babel o kermesses en los que nadie contestaba una sola pregunta, los micrófonos se cortaban como en un karaoke coordinado por alguien alcoholizado, las intervenciones variaban de lo muy específico a lo más general de todo.
MiIei era candidato y decía que el peso no valía ni excremento. Decía que quería que todo estallara y que cuanto más alto estuviera el dólar, mejor. Ya ahí empezó a licuar nuestros salarios, sobre la base de los pésimos salarios que teníamos, pero que nos alcanzaban muchísimo más que hoy, un mes después. Después que asumió, decretó la devaluación más grande de la historia, al mismo que liberó todos los resortes de la economía, como un “yo, argentino” del Estado, que se retiró a sus aposentos, no sin antes de subir impuestos sin que los brazos de Milei experimentaran ningún cambio al menos en cantidad, y de estatizar la deuda de los importadores y duplicarnos de deuda en dólares. Ahora resulta que si el Congreso no le acepta ese DNU que no escribió ninguno de sus ministros y por el cual se consagra Ejecutivo y Legislativo, la responsabilidad del estallido será del Congreso. Otro Macri. Feo día y te la debo. Mirá cómo me ponés. Es tu culpa.
Ni la casta era la casta ni la responsabilidad será del Congreso si “la ingeniería jurídica y administrativa” de la que supo hablar Bullrich en campaña para meter una Constitución de facto no prospera. La psicopateada de un Milei que se encoge de hombros frente a sus propios actos no resistirá la realidad que se nos viene encima.
Los legisladores de todos los partidos saben lo que se viene: ya no existe “el Milei que no lo va a hacer” que creyó buena parte de su electorado. Milei hace todo lo que se le pasa por la cabeza, hasta un DNU que quedará en la historia no solo por su desmesura sino por incluir el nombre de una empresa privada que ya reservó el litio.
Lo importante es que se les haga saber, a esos legisladores, que esto no es rosca, ni viveza ni nada que tenga retorno. Eso, que lo sepan, nos toca a nosotros. El clima del No al DNU debe estar en la calle, y lo estará, el 24. Se votó para vivir mejor, como en definitiva se hace siempre. No para que nuestros bisnietos noten la mejora. A nadie que viva los próximos meses en la total desesperación social que nos espera lo calmará el mantra ridículo de la ultraderecha, ese tiempo mal colocado, ese pretexto que parte de la base de que los que estamos vivos hoy ya no podemos salvarnos. Podemos, si ponemos en su lugar a los que nos confundieron con idiotas.
Y va a aparecer la narrativa del intento de golpe para defenderse. A un presidente que pretende saltearse la Constitución la que se lo demanda es la Patria.