- La derecha se encuentra habituada a privilegiar los vínculos individuales y al mismo tiempo desconfía –por razones demográficas– de las organizaciones sociales. Su poder radica en la acumulación de capital, el ejercicio de los privilegios y la fragmentación social. Su debilidad potencial se inscribe justamente en el reverso de esa realidad, en el hecho de que ejercen la dominación sobre una mayoría que, en el caso de tomar consciencia de su poder relativo, no podría ser controlada ni manipulada.
- Las redes sociales instauran el principio de individuación que es funcional al neoliberalismo. Por su parte, los sectores populares –y sus referentes o representantes– están obligados a generar asociatividad, política y comunitaria. Esta diferenciación exige plantearse respuestas colectivas al uso de las plataformas, dado su creciente influencia, sobre todo entre los más jóvenes. Luego de la pandemia se multiplicaron los engranajes virtuales, se multiplicaron los trabajos hogareños, se profundizó el aislamiento y el vínculo radial y anárquico con las plataformas y la información. Esta situación –que se profundizará en los próximos años– exige plantearse nuevas tareas.
- Para asumir esa tarea es imprescindible superar la aparente oposición entre “el mundo real, fáctico y territorial” versus “el universo virtual y digital”. No existe una partición entre ambas dimensiones de lo real. Militar y hacer política supone expresarse, convencer, explicar, formar y convencer.
- Toda práctica política se lleva a cabo a través de lo simbólico, el ejemplo actitudinal y la comunicación. Eso supone que “lo simbólico”, es decir lo expresivo, lo textual, lo representacional (divulgación de imágenes, videos, textos, historietas, pintadas, memes, dibujos, flyers, etc.) son formas intrínsecas del activismo y la configuración de conciencias. Eso que los anarquistas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX denominaban “actividades de propaganda”
- Militar es, por lo tanto, jugar en todos los campos donde se debaten las opiniones y se orientan las sensibilidades. Supone dar pelea en todos los territorios donde se construye el sentido común. Dejar el espacio libre de las redes porque se supone que son insignificantes es un desatino gigantesco.
- De la misma manera, creer que deben privilegiarse los activismos digitales por sobre lo presencial, cara a cara, significa también una ligereza imperdonable. No existe antagonismo entre el activismo territorial, cuerpo a cuerpo y la obsolescencia digital. Ambos son concomitantes, retroalimentados y vectores instituyentes de la política.
- Para dar la pelea conjunta –en ambos espacios vitales– hay que capacitarse en el diálogo, la persuasión y los formatos útiles y eficaces en cada campo. Eso implica –entre quienes apuntamos a sociedades más integradas, más democráticas e igualitarias– impulsar el “nado sincronizado”, es decir la confluencia en contenidos comunes que respondan a los intereses populares, superando cualquier divismo o narcisismo.
- La presencia y lo virtual tiene que estar relacionados y ser coherentes. Ambos capítulos tienen que ser parte de una misma estrategia: aquellos que por edad, trabajo o militancia tienen más oportunidades de llevar a cabo interacciones directas tienen que reforzar su presencia en forma virtual. Y viceversa: aquellos que están familiarizados con la lógica de las redes deben intentar “materializar” sus vínculos en situaciones de asamblea y/o híbridas: “poner el cuerpo” es por supuesto una de las formas de autenticidad más contundentes.
- En todos los espacios –sean estos políticos, gremiales, asociativos y/o educativos debe organizarse de forma colectiva el aparato propagandístico virtual. No debe ser –como sucede en la actualidad– solo el espacio de francotiradores bien intencionados.
- Una de las tareas militantes del presente es empezar a organizar de manera coherente e interactiva estas dos dimensiones. Es hora de volver a la pensar el activismo y la militancia desde una perspectiva más integrada capaz de disputarle presencia y asertividad al capital tecno-feudal (con sus algoritmos, censuras y bots) con los que insisten en su tarea de fragmentar y debilitar los colectivos populares.
Política, militancia y redes sociales
Diez conjeturas respecto a un debate postergado al interior del Movimiento Nacional y Popular. Nota de Jorge Elbaum.