En el entresueño parece mentira, me despierto y poco a poco, entre las acciones automáticas de la mañana, recuerdo de pronto que Milei es presidente.
Lo de ayer fue revulsivo, lo del aumento. Más desnudez no se consigue. El macho de la motosierra echó 50.000 empleados estatales en dos meses, cortó medicamentos oncológicos, va a la tv a decir que no se puede evitar hambrear a los jubilados, y firma en secretito un privilegio al que unos días antes se había excluido. Con 4 palos por mes, y tres y pico para sus cercanos, incluida la imputable Petovello, se ve que se sienten más libres.
Lo más loco de todo es por qué en la concepción de Milei la justicia social es “una aberración” (él dice que es sacarles a algunos para ayudar a otros que no tienen por qué ser ayudados), y no lo es una brutal, asquerosa aberración que le esté sacando el pan de la boca a los pibes y a los viejos, mientras la Rosada vive el revival de pizza con champán. Y mientras Galperín, por ejemplo, esté exento de millones en impuestos.
Ver cantar a Zulemita Menen “la casta tiene miedo” puede que a los de 20 no les diga nada. A los que tenemos memoria, significa casta cagándosenos de risa en la cara.
Milei es un farsante con poco hilo, pocas ideas y mucha paranoia debajo de su permanente sospecha de un complot. Debería mirarse al espejo, a ver qué ve. Porque lo que se ve de afuera no es un león, es un manosanta de mano larga con la nuestra.