En serio ustedes están volviendo acá justo ahora que todo el mundo se está queriendo ir? Esa fue la pregunta al llegar a Ezeiza. Nuestra respuesta fue algo así como y si, la familia y la cultura tiran mucho. Era el cinco de septiembre del 2001, nuestro hijo cumplía un año y si volábamos el cuatro no pagaba pasaje, o pagaba la mitad, no me acuerdo.
Unos días antes, volviendo de un tambo por una autopista de Wisconsin, mi jefa de tesis me preguntaba extrañada la misma pregunta del señor de migraciones, aunque ahora con el ingrediente de porqué elegíamos volvernos a la Argentina cuando estábamos llevando una vida tan linda en esas latitudes. Me acuerdo perfectamente la respuesta: no me cabe la menor duda que algo terrible va a sucederle a este país; lamentablemente, por varias razones , no se hacen querer mucho. A las dos semanas, nosotres recién llegados, después de cuatro lindísimos años, fue lo de las torres gemelas .
En diciembre de aquel año nos vinimos a Traslasierra adonde seguimos viviendo actualmente .
Diciembre del 2001 y diciembre del 2021. Dos diciembres muy distintos pero con sensaciones muy parecidas. Entre medio pasaron cosas fabulosas pero, además, pasaron cosas.
Plazas, cacerolas , piquetes, plazas , la plaza, un helicóptero, pocos días y varios presidentes. Luego vino aquel desconocido presidente y comenzó a soplar esa brisa fresca que sopla del sur después de los temporales y unos años después la democracia argentina tuvo la fortaleza de sostener dos veces seguidas una mujer de presidenta. Y con esa brisa fresca se pudo comenzar a reconstruir otra vez. Pero los vientos en contra, los que siempre soplan y se hacen más fuertes cuando se comienza a vislumbrar un camino de felicidad para el pueblo, siguieron soplando amenazantes. Y ahí empezó esa angustiante etapa adonde pasaron cosas. Terribles cosas; otra vez plazas con gases, hasta le dieron a maestros y maestras. Volvió el fondo. El viento sur, como siempre, nunca se dio por vencido, y se juntaron vientos diferentes pero que soplan más o menos para el mismo lado y volvimos a sentir una brisa fresca.
No estábamos comenzando aún a arremangarnos para levantar de nuevo el muerto, cuando vino desde una selva asiática, desde una población de murciélagos amenazados y corridos por desmontes de su casa natural, un virus que se se hizo pandémico y paralizó la vida humana y la economía mundial.
Y acá estamos, a veinte años de aquel diciembre viviendo otro fin de año con el pueblo sin poder comer bien, con una fuerza opositora cada vez más antidemocrática y sintiéndonos revolucionarios por el simple hecho de pedir que nos vacunemos.
Cada vez que voy al campo, cómo el otro día, a la fiesta de fin de año de la Unión Campesina de Traslasierra, siento de vuelta un poco de esa brisa fresca y reafirmo las ganas de volver. Disfruté de un atardecer sublime, escuchando los relatos de campesinas y campesinos que contaban todo lo que realizaron durante estos años, aún durante la pandemia. La fiesta fue en el patio de campo de la casa de una familia que vive, y produce, en zonas de nuestro país adonde, todavía, no llega la luz ni el agua potable, y aún así siguen apostando a la organización como única forma de avanzar. Siento que diciembres así valen la pena.
Diciembres
El regreso al país en 2001, dejando una vida amable en Winconsin, y este diciembre en Traslasierra. Crónica de un regreso y una reafirmación de un lugar en el mundo. Nota de Matías Fernández Madero.
Mati
El.volver es algo lindo que yo lo viví en su.momento, y los que no tuvieron la valentía de.volver , viven con una nostalgia muy profunda, gracias que volvieron y que estas trabajando para que este hermoso país pueda ser el que queremos todos
Abrazo hermano