Mi casa en el barrio fue, durante un breve tiempo, hasta que la tiró una topadora, de una sola pieza, una de las paredes era la pared de la capilla. Una tarde, por los años ochenta, antes de que caiga la noche, cayó una lluvia fuerte. El Negro me gritó desde su ventana invitándome a comer a su casa y de paso a esperar a que pase la tormenta. Estábamos comiendo y vimos llegar dos autos hacia mi casa. Las luces altas iluminándola y cuatro personas bajando y corriendo alrededor gritando algo indescifrable dado la distancia, la lluvia y el cagaso. Esa noche dormí en lo del Negro y Mirta. Con ellos y otras familias habíamos comenzado una cooperativa de trabajo, una panadería; recuerdo dormir en la mesa de pool de lo de Raúl y Ana, y levantarme a las seis de la mañana a repartir con Miguel el pan recién horneado en una carretilla. Apostábamos a la organización local. Éramos parte del resurgimiento de la Pastoral Villera y del Movimiento de Villas y Barrios Carenciados de la Capital Federal. Renacía la organización desde las familias que habían resistido los desalojos durante la dictadura. Encuentros, guitarras, e interminables reuniones para organizar actos y marchas hacia la sede del gobierno porteño para demandar algún derecho. Especialmente el derecho a existir allí, en ese lugar.
Un par de décadas después, una tarde helada de invierno en Madison, Wisconsin, en plena movilización popular para evitar que se saquen los convenios colectivos de trabajo, nos unimos a la columna de los family farmers. Con esas familias de pequeños productores hace tiempo venía compartiendo reuniones en la biblioteca pública, reuniones para organizar localmente marchas, charlas, y todo tipo de eventos para concientizar a un pueblo difícil. Allí escuché por primera vez la frase Act Locally, Think Globaly, frase que resume la militancia local.
En Traslasierra, justo antes de fin de año, organizamos un encuentro del Frente de Todos. Estábamos todas las organizaciones locales que están trabajando en los pueblos, comunas y parajes de esta región del Noroeste Cordobés; organizaciones políticas y otras con trabajo territorial como el Movimiento Campesino. Todos aferrándonos a un Frente como quien se aferra a la única balsa que nos queda para llegar a la costa. Muchos pensamos que la balsa está débil y avanza muy lento. Pero en alta mar, con tormentas por todos lados y con tiburones acechando cerca, tenemos que cuidarla mucho. Bienvenidas las discusiones, los desencantos, las frustraciones y todas esos sentimientos que en la militancia y en la vida siempre existen. Bienvenidas también las ganas de seguir remando a pesar de todo. Uno de los motores que nos da fuerza es el trabajo que podemos y debemos hacer a nivel local. En nuestros pueblos y barrios podemos hablar con los vecinos, cara a cara, sin tanto ruido mediático de por medio. Podemos escuchar y tratar de ayudar a canalizar las frustraciones profundas de les jóvenes que no ven nada bueno en el futuro…como dice Silvio, aprender que mañana es un mundo habitable. Podemos plantearnos disputar cargos públicos. El trabajo político local es el que necesitamos en todos lados para sostener el Frente de Todos. Deseo, desde ya, que nuestros dirigentes no pierdan el rumbo. Mientras tanto, lo único que debemos y podemos hacer acá, en cada pueblo, a lo largo de todo el país, es fortalecer el Frente, la democracia, al pueblo y a nuestro gobierno. Actuando localmente y pensando en el país, en la región, en el mundo.
Es una nota que se inscribe en la prédica constante de Sandra Russo por no dinamitar el Frente de Todos .
Vivimos en una sociedad histérica, flamigera , instantánea, en la que prevalecen las broncas , furias , insatisfacciones .
En este contexto , es difícil ponderar el raciocinio. Requiere de elaboración , comprensión , serenidad .
Creo que seguimos apostando al Frente , a pesar de un presidente de la Nación que hizo y hace de todo para limarnos la esperanza.
Necesitamos certezas. Avanzar con dudas desgasta .