La infiel

–Pensá bien lo que vas a hacer. Es un buen hombre.
–Parecés Delfy de Ortega en “El amor tiene cara de mujer”.
–¿Quién?
–Pensá bien lo que vas a hacer. Es un buen hombre. Te quiere, te respeta, no te hace faltar nada, usa escarapela en las fiestas patrias…
–¿Sos tarada, vos? ¿Solamente hay que decirte lo que querés escuchar?
–Carolina, hace dos años que entre Héctor y yo no pasa nada.
–¿En qué sentido?
–En el único.
–¡Ah, bueno! ¡Te agarró el hormonazo! ¿Cómo en el único? ¿No pasan otras cosas entre marido y mujer?
–Sí, a veces miramos tele, llevamos a la nena a la plaza y cada tanto vamos a uno de esos cumpleaños de los amigos de Héctor en los que más que a divertirme voy a engordar.
–Mirá, yo lo que te digo es que ya no tenemos treinta años.
–¡¡Por eso mismo!! ¿Hasta cuándo voy a hacer como que soy feliz?
–Felicidad, felicidad, ¿qué es la felicidad? La felicidad siempre es algo que ya pasó o que no llegó.
–¿Vos desde cuándo sos tan pragmática? ¿Hiciste el curso de posparto en la escuela de Chicago?
–Rita, seamos honestas: ¿qué es lo mejor que te puede pasar? Calentarte un par de meses con otro tipo, casarte y al año empezar a aburrirte. Héctor no es el problema, es la vida.
–Será la tuya. Yo no tengo en mis planes a ningún otro Héctor que me diga qué película quiero ir a ver.
–¿Sabés cuántas mujeres solas hay?
–¿Y vos sabés cuántas de esas mujeres la pasan regio?
–Es inútil. Ya lo tenés decidido. Te vas a separar.
–Sí.
–Rita, te escucho y no lo creo. ¡Estás contenta!
–No estoy contenta, Carolina, estoy decidida. Un domingo más viendo jugar al Inter con el Barcelona y estallo.
–Héctor no se merece tanta banalidad.
–Ya sé que Héctor nunca hizo nada completamente despreciable, pero una no se separa solamente de gente asquerosa. También se separa de gente insípida.
–Decime, ¿y si te das algún gustito por ahí y mantenés la paz de tu familia?
–¿Me lo decís en serio?
–¿Y vos qué te creés que hago yo los jueves
a la noche?
–¿No vas al taller de canto?
–Bueno, es una manera de decirle.

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