La celosa

–Se lo dije. Clarito como el agua. Se lo dije todo.
–¿Qué le dijiste?
–Que yo no me chupo el dedo. Que me di cuenta de lo que pasa entre él y su secretaria.
–¿Se lo dijiste?
–¡Obvio! El otro día llegué imprevistamente a la oficina… Bueno, imprevistamente no, pero llegué quince minutos antes de lo previsto.
–¿Y?
–¡No sabés cómo estaban!
–¿Cómo estaban!
–Déle charlar.
–¿Y cómo querés que se comuniquen? ¿En braille?
–No, pero yo me doy cuenta cuando interrumpo un clima. Te aseguro que interrumpí un clima.
–¿Y él qué te dijo?
–Que sí, pero que interrumpí un clima de trabajo.
–Y bueno…
–¡Yo sé lo que es un clima de trabajo y te aseguro que ése no era un clima de trabajo!
–¿Por?
–Hablaban en voz muy baja.
–Tu marido siempre habla en voz baja.
–Pero no tanto.
–¿Y qué más le dijiste?
–Fui muy elegante. Le dije que si se enamoró de ella, no hay problema, pero que sinceremos la situación.
–¿Y él que te dijo?
–Que estoy loca.
–Lo negó.
–Totalmente.
–¿Entonces?
–Yo sé perfectamente cuando un hombre está enamorado de una mujer. Se le nota en la voz cuando habla de ella. “Paulita, Paulita.” Ridículo.
–Pero te dijo que no.
–¿Y qué me va a decir? ¿Que sí?
–¿Y por qué no?
–Porque es un negador.

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