La Garganta Poderosa

Pensando en los que están afuera y adentro de cualquier parte, de muchas cosas distintas, aparecen imágenes y sonidos inconexos que, sin embargo, entrelazan lo conocido con lo desconocido. Desde el imborrable “siamo fuori” del Mundial de Italia, a las declaraciones falaces que esta semana hizo Miguel Del Sel sobre la Asignación Universal por Hijo. Se puede ser un excluido o un incluido en diferentes rubros, de distintas maneras, y en alguna de ellas, cantado que todos somos una y otra cosa. Quizás esas otras vías de experimentar la exclusión o la inclusión puedan ayudar a revisar esas palabras desde otros puntos de vista.

No es ni inocente ni raro que cuando un ex candidato a gobernador afirma que las adolescentes se embarazan para cobrar “una platita” porque se lo dijo el director de un hospital, cuando al día siguiente el director de ese hospital dice que nunca le dijo tal cosa al ex candidato, cuando queda expuesta que la calificación de “pobres pibitas ignorantes” es apenas un giro personal y político de quien armó esa frase, puedan aparecer en los medios de comunicación los testimonios de otros dirigentes o de otros funcionarios, las voces a favor y en contra de esa descalificación, pero no las de las directamente involucradas, no las voces de las adolescentes aludidas de Villa Ocampo, Santa Fe, para hablar de sí mismas y por sí mismas de sus vidas y sus realidades.

La inclusión y la exclusión pueden revisarse entonces como estados físicos y anímicos, emocionales, laborales, históricos, sociales, políticos, económicos, deportivos, amorosos. En nuestras vidas de incluidos por nacimiento y esto es: por azar, faltan registros personales de los otros lugares en los que se puede nacer. Según antiguas y variadas tradiciones espirituales, filosóficas, políticas, el mundo es más justo a medida que más seres humanos nacen en condiciones de tener una vida vivible, apta para las contingencias pero también para la felicidad.

Sabemos poco sobre la subjetividad de los excluidos. Todo el aparato de mensajes que recibimos y retroalimentamos desde el lado de adentro de la sociedad nos habla de sujetos parecidos a nosotros, de los que, dicho rápidamente, si han tenido hambre fue porque hacían dieta.

Los hambrientos no son invitados a la televisión ni protagonizan ninguna publicidad de ningún producto. No compran productos, de modo que sería ilógico. Esa es la lógica de nuestro mundo: la que naturaliza el afuera y su exclusión. Esto es viejo como toda la historia, pero la conciencia de la humanidad ha ido fortaleciéndose en ese costado. No en cualquier época hubiera sido posible la idea, la sola idea de derechos humanos. Durante siglos, multitudes hubieran asegurado que no existía tal cosa que pudiera incluir a los esclavos, a las mujeres, a los pobres, a los locos, a los enfermos, a los huérfanos, a los niños, a los pobres, a todos los pueblos. En todo el mundo hoy se escuchan voces jóvenes que gritan, porque los jóvenes son el nuevo corte de exclusión de nuestro tiempo. La ortodoxia económica hace que estalle una generación en diferentes lenguas y latitudes, idiosincrasias y creencias políticas: el grito joven que se escucha en el mundo es un grito contra la exclusión.

Aquí, que pasan otras cosas con los jóvenes, también empieza a escucharse el sonido bravo y claro de otras voces que antes no hablaban. La mejor noticia al respecto es La Garganta Poderosa, la revista que hacen los jóvenes del barrio Zavaleta, los pibes villeros que en el staff aparecen bajo un Consejo de Dirección que reza textualmente: “Todos los vecinos de todas las asambleas de todos los barrios de La Poderosa en América latina”.

Mes a mes, la revista ha ido logrando hacerse entender en principio por sus entrevistados, grandes nombres de resonancia nacional e internacional, que aceptan el trato –un reportaje muy a fondo y una sesión de fotos de tapa y contratapa de fuerte peso simbólico y político–. El mecanismo puesto en marcha es fascinante. Esos grandes nombres –como Diego Maradona, el Indio Solari, Carlos Tevez, Charly García, y en el último número, Lionel Messi– encarnan no en los ídolos, sino en las personas que llevan esos nombres. Y eso sucede porque los jóvenes entrevistadores son capaces de hacer las preguntas que los periodistas profesionales nunca hicieron, porque los interpelan desde sus propias vivencias, y en esas largas notas hay tanto del entrevistado como de los entrevistadores. La contratapa de este número, con Messi llevando una camiseta con el nombre de Mariano Ferreyra, es un hecho periodístico que corre el límite previsible para todos los que participamos de ese hecho periodístico. Para La Poderosa, porque vuelve a conseguir lo que nadie que proviene del periodismo convencional ha logrado; para Messi, porque le permite mostrar de sí una sensibilidad y una posición que ningún otro medio le propuso. Para los lectores, porque gozamos un código.

La Garganta Poderosa está muy, muy bien escrita y sus palabras tienen ancla. Tienen punto de vista. Un riquísimo punto de vista, el de los excluidos. Pero lo tiene además con tanta pericia y talento, que ese punto de vista hace a esos pibes enfocar a sus personajes célebres de un modo completamente nuevo. La bajada de la nota de tapa del último número, en ese sentido, es ejemplar. “Dijeron que Messi era un pecho frío, y que Zavaleta es una zona caliente. Que no sentía la camiseta y que los villeros no sentimos el laburo. Que no era latinoamericano, y que nosotros no somos argentinos. Que sólo le importaba la plata, y que sólo nos importan los choripanes. Que era malo por haberse ido, y que somos malos por haber venido. Que vivía jugando a la play, y que vivimos mirando la tele. Que lamentablemente no era como Maradona, y que desgraciadamente somos como Maradona… A ustedes, barriletes cósmicos de los medios marcianos, ¡gracias! De no haber sido por la histórica estigmatización que sufrimos las villas, jamás nos hubiéramos animado a sospechar de los dedos que señalan a Lío. Pero el espanto nos encontró, como nos encuentra su fútbol, el amor al Diego y su inapelable argentinidad.”

De todo lo que aún permanece en silencio, podremos seguir escuchando cosas importantes, y Messi se vuelve una perfecta excusa cuando se llega a la página 17 y en ella los pibes de La Poderosa rinden su tributo a su vecino Lucas Maldonado, un chico con discapacidad motriz que fue asesinado a golpes el último 4 de septiembre, a la salida del boliche Chicharrón, en Constitución y Sarandí. La reconstrucción del crimen y la de la lucha que desde entonces libran en solitario sus familiares y amigos provoca un escalofrío que se vuelve vergüenza cuando ellos mismos dicen: “Del dolor por Candela tomamos una reflexión inmediata, sin hurgar en los vericuetos del caso ni anticiparnos a la Justicia: ¡Qué importantes somos los pobres cuando tenemos problemas de ricos! Si el peligro acecha sobre las villas con el uniforme de la impunidad, no se ofrece tan insegura la inseguridad: no hay a quién vendérsela. Tal vez por eso ninguno de los pibes de Zavaleta asesinados este año por abusos de autoridad o gatillo fácil gozaron de protagonismo en los medios. Y quizás así se explique también por qué ningún diario le dedicó ni un mísero párrafo al perverso crimen de Lucas Maldonado, un joven con problemas de crecimiento reventado a las trompadas a la salida del boliche Chicharrón, donde uno a uno van cayendo los pibes, por la misma corrupción que incendió Cromañón. Desde el 4 de septiembre todo Zavaleta exige justicia. Y todo el periodismo se hace bien el boludo”.

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