Esa luz y esa fuerza

55 años del Cordobazo. Nota de Jorge Elbaum.

Pasaron 55 años de aquella fecha. Es mucho para una vida. Pero es poco para la historia. En ese momento había una dictadura instaurada sobre la base de la proscripción al peronismo. Pero los vientos políticos también soplaban desde Cuba, Vietnam y Argelia. 

Hoy la Provincia de Córdoba luce lejos de esa gesta. Sus antiguos atributos obreros y populares parecen recluidos en el arcón de una recámara llena de amnesia. Sin embargo, empecinados cronistas memoriosos nos convocan a no darlo todo por perdido. En esa provincia mediterránea aún pueden sucederse contingencias y sorpresas. 

Esos mismos  historiadores suelen hacer referencias sugestivas sobre las imágenes legadas de aquellas jornadas de fines de mayo de 1969. En una de sus fotos más difundidas aparecen dos mujeres como responsables de portar una bandera de Luz y Fuerza, sublime nombre para denominar a un sindicato. Los brillos de sus rostros, a su vez, exhiben una forma de orgullo, acordes a las conquistas feministas de la época, que empieza a cuestionar la lógica patriarcal: “Sin ellas –relató un veterano dirigente gremial, aquello no habría sido tan heroicamente bello”  

Ya sabemos, a esta altura, que las mujeres caminan la Patria aunque sus fotos sean cortadas y sus vidas –aún hoy– quemadas. Todavía se las sigue privando, en ocasiones de esa primera fila. En esa Córdoba irredenta van del brazo de compañeros que aceptaron a regañadientes la necesidad de una sociedad cuestionadora del sin patriarcado. Se lo ve a Agustín Tosco liderar sin narcisismo. Con todo el peso íntimo  de una honestidad a rajatabla.  

Agustín sigue siendo la expresión de toda calle sublevada. Insiste en sacarle al lengua al privilegio sin farsas ni pretenciosidades. Guía –aún hoy– a laburantes y estudiantes al interior de una de una Matria / Patria que observa retrocesos de más de cien años. 

Pero ya sabemos que la historia no es lineal. Que tiene caprichos espiralados. Y que nuestra tarea consiste en interpretar las curvas sin perder de vista el horizonte de las ternuras. 

Agustín viene a ser la síntesis de una e0scuela militante y vital. Una pedagogía para criar hijas e hijos reconociendo su mameluco, su sabiduría de unidad necesaria en la pelea. La alegoría obligada que marca el horizonte de lo más humano. La contracara de la superficialidad que te come la conciencia como el gusano deforme del presente perpetuo.    

Tosco lleva las convicciones éticas desde el laburo hasta la vida cotidiana y uno no deja de preguntarse sobre el daño que causa –en el imaginario popular, en la opinión d ellos laburantes– la farandulización actual de la política, la porosidad lábil de muchos de los que presumen de ser dirigentes. 

Al lado de Tosco avanzan las compañeras. Algunos tuvieron que aceptar –de mala gana– que sean ellas las abanderadas. Probablemente algo nos costó ver. Quizás teníamos los ojos tapados por la lógica patriarcal que aún ciega. Juntas a sus compañeros aparecen como fuegos incandescentes, como palabras escritas en sábanas que fueron alguna vez besos y que se reconvirtieron en lucha social organizada.

Habrá que decir, casi medio siglo después, que ese amor no arrugó ante las charreteras que anunciaban balas y desapariciones. Que justamente esa pasión es la que nos empuja a no olvidar, aunque vengan a degüello. 

Quizás todo sea más lento de lo que soñamos. Pero apostamos, siempre, a que crezca, quizás de forma imperceptible, gracias a la empecinada convicción de los que duelen y que no olvidan que en este suelo se fusiló al país federal el 13 de diciembre de 1828 y que su gente fue llevado a una guerra fratricida y genocida contra el pueblo hermano de Paraguay. 

Sin embargo, esa Patria exhausta, revivió un 17 de octubre. 
Y volvió a renacer un 29 de mayo. 
Quienes valoramos la soberanía y la Patria Grande, 
Quienes recordamos con emoción a nuestros 30 mil compañeras y compañeros, 
Quienes no olvidamos el colonialismo otantista en nuestras Islas Malvinas,  y quienes repudiamos la entrega actual del patrimonio natural y social acumulado, llevamos tatuado en nuestros huesos esa luz y esa fuerza que no puede apagarse ni consumirse. 

Somos esas dos mujeres. Y somos encaprichados y toscos seguidores de un tal Agustín. 

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Un comentario

  1. Hermosa nota y reflexión Jorge. Hoy justamente terminé de leer el libro El Partido de Andrés Burgos; relata el partido del mundial 86 en el contexto de la guerra de Malvinas. Es un hermoso texto de héroes muy humanos con entregas y bajezas. Al cierre (año 2016) el autor destaca la ausencia de mujeres en el deporte nacional y recuerda la histórica victoria ante Inglaterra en agosto de 1971 por 4 a1 en el mismo estadio Azteca del seleccionado de mujeres. Es bueno recuperar esas historias olvidadas y más bueno aún que sean varones los que lo hagan.

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