Una lúcida y brillante psiquiatra argentina comentó recientemente que “los argentinos sudan penurias”. Se refería a que solo dos países en el mundo, Argentina y Sudán–en sus dos versiones, del Sur y del Norte– verán destruir su riqueza acumulada durante el año 2024. Efectivamente, los dos países son los únicos en el mundo que reducirán más del 3 por ciento su Producto Bruto Interno, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la institución que tanto idolatra Javier Milei.
El drama es que una gran parte de la sociedad todavía deposita confianza en un programa que reducirá la inflación durante un corto periodo –a expensas de la recesión, la destrucción de los puestos de trabajo y la pauperización de los jubilados– y que terminará en una feroz devaluación que volverá a hundir más al país, profundizando los niveles de indigencia.
En 1975 Argentina tenía menos de un 5 por ciento de pobreza y las empresas más importantes tenían como propietarias a la sociedad: era empresas públicas como YPF, Gas del Estado, entre otras. En 1990 la pobreza, con el menemismo, la pobreza se había multiplicado por cinco, llegando al 25 por ciento. Solo el kirchnerismo logró reducirla, Ahora Milei la llevó hasta el 52 por ciento en nombre de un sacrificio que sin dudas terminará en estallido