Hoy es el día del periodista, pero resulta que la palabra “periodista” está en cuestión.
Siempre lo estuvo, pero atravesó largas épocas de algunos consensos amplios no solo entre los periodistas sino también entre los medios. Grandísimos rasgos, pero permitían trazar el círculo de un acuerdo entre personas que no necesariamente compartían formas de pensar.
Por supuesto que aun entonces, había una mística vocacional entrelazada con lo profesional entre muchos trabajadores, independiente de sus propios medios. El caso Cabezas expresó ese colectivo de “colegas” que eran a su vez compañeros de sus compañeros.
Desde que se puso en marcha el plan de desmantelamiento total de los intereses nacionales estratégicos, y que hoy se expresa en posiciones fascistas que atentan contra la vida humana, animal, vegetal y mineral de este suelo, todo fue un crescendo.
De corrupción. De bajísimo nivel cultural panificado, de operaciones políticas que indefectiblemente habilitan la mentira a su propio público, de misoginia, de encarnizamiento con periodistas que expresan líneas políticas populares.
No se le dice feliz día a cualquiera que trabaje de periodista, que se camufle como periodista, que saque rédito económico de su mentira.
Los únicos y las únicas a quienes se les dice feliz día es a la enorme multitud de periodistas que nadan a contracorriente, que aceptan el riesgo, que no miden lo que conviene decir y que no permiten que el silencio al que nos quieren arrojar nos atrape.
Feliz día, compañeros y compañeras periodistas.