Ir o no ir

–¿Y entonces? ¿Qué le vas a contestar?
–¡Ay, no sé!
–Pero algo le tenés que contestar.
–Bueno, me puedo tomar unos días para pensarlo, ¿no?
–Florencia, no te ofreció un trabajo. Te invitó a cenar.
–Bueno, pero igual lo puedo pensar, ¿o no?
–¿Cómo le vas a decir que te vas a tomar unos días para pensar si querés ir a cenar con él?
–¿Y qué tiene? ¿No tengo derecho a pensarlo?
–Pero Florencia, una sabe enseguida si quiere salir a cenar con un tipo.
–Yo no. ¿Vos sí?
–Si el tipo te interesa, querés. Si el tipo no te interesa, no querés.
–Ay, Lidia, pero hay matices…
–¿Este tipo te gusta más más o más menos?
–Depende.
–¿Depende de qué?
–De cómo lo mire. Hay días en que me gusta mucho y otros días en los que no me gusta nada.
–Pero si vas a cenar a lo mejor la balanza se inclina.
–No sé.
–Pero si le decís que necesitás pensarlo lo vas a ofender, y si después resulta que te termina gustando, el tipo ya va a estar ofendido.
–¿Vos qué harías en mi lugar? Ponele que un tipo te gusta porque es inteligente pero no te gusta porque es pelado.
–Ay, qué frívola.
–Bueno, ponele que el tipo te gusta porque es interesante pero no te gusta porque es separado y tiene cuatro hijos.
–A tu edad, solteros ya no vas a encontrar, Florencia.
–¿Y si te gusta porque es muy educado pero no te gusta porque habla bien de Scioli?
–Bueno, eso ya es otra cosa. ¿Este tipo habla bien de Scioli?
–No, es un ejemplo.
–Florencia, si me das falsos ejemplos no te puedo ayudar.
–Bueno, ¿qué hago? ¿Voy o no voy?
–Mirá, si estás tan mal predispuesta, lo mejor es que no vayas.
–Qué mala onda. Por supuesto que voy a ir.

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