El hombre no es como el oso

El que no se dio cuenta hasta ahora es porque se colgó. Los hombres son los objetos sexuales por excelencia en una época en la que los atributos femeninos están sobrevaluados y los masculinos yacen en un basural de paradigmas. Ahora todos queremos ser femeninos: las mujeres y los hombres, porque hemos descubierto que los hombres habrán experimentado históricamente la tenencia del poder, pero las mujeres hemos entretenido nuestras sensibilidades.

Todos los hombres quieren ser sensibles. Y hacen bien. Nuestros hombres son acolchados. Son comprensivos. Son mimosos. Son expansivos. O por lo menos les gustaría serlo. Hoy es un valor masculino la sensibilidad, y no la fuerza. Se trata de un brusco y vertiginoso cambio de rasgos de género.

La sociedad de mercado nos hace así: trabajadores de nuestras identidades sexuales. Los varones ya no pueden seguir siendo proveedores y las mujeres ya no podemos esperarlos con el Martini y el pelo batido. Primero nos cedieron los gastos de la casa, después la iniciativa laboral y ahora la sexual. Y no es que lo disfruten: qué va, se espantan. Pero como ellos no hacen nada (no llaman, no se declaran, no palpitan) alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

El combo incluye, claro, la belleza como moneda de cambio afectivo. Los hombres de treinta se miran preocupados la pancita. Cotizan en Bolsa gracias a sus personalidades, pero la personalidad de un hombre hoy no se mide sólo por su carácter. Un hombre es, como una mujer, su imagen. La época, hermanos, nos ha regalado la chance de ser objetos sexuales intercambiables, mientras sólo algunos y algunas, con suerte y sabiduría, pueden llevar vidas como sujetos responsables de sus deseos.

Los iconos tradicionales de poder masculino ya son bizarros. Con el disvalor de la fuerza, el sistema de creencias masculinas sobre la virtud de su propio género entró en crisis. Pero de algo pueden estar seguros estos hombres. No son como el oso, no pueden permitirse la fealdad. La dictadura de los parámetros estéticos de época incluye a los varones, y ellos quieren tener la piel hidratada, quieren un buen corte de pelo, quieren manos prolijas, quieren tonificarse, quieren parecer más jóvenes. Belleza y juventud: justo los dos altares sacrificiales desde los que millones de mujeres padecieron desde un zapato que no les dejaba crecer los pies hasta el corset que les quitaba la respiración y les provocaba lipotimias.

Bienvenidos al mundo de los objetos sexuales, muchachos. Los espera un largo aprendizaje para poner el cuerpo al servicio de lo imposible.

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5 comentarios

  1. Sandra,
    en La lectora provisoria escribí un post sobre tu post, que me gustó mucho, pero de ninguna manera, como dijeron en adñcultura, era una respuesta ni una ironía, sino una invitación, con las limitaciones y potencias de quien sea piense o crea pensar, precisamente a pensar los estereotipos sexuales, de género, etcétera, que atraviesan este principio de milenio.
    en cualquier caso, me atrevo a recomendarte los libros del alemán Ulrich Beck, que probablemente conozcas.
    saludos
    pablo

  2. Sandra:
    Como diría Girondo «Y pensar que los hombres en su vida nunca han sido mujer,¿no se aburren de sus gustos y sus espasmos?.
    Esto es un gran avance en cuestión de genero,saber que la presion ya no es desigual.De todas formas,el día que los hombres sepan lo que las mujeres viven (presiones,presiones y más presiones) va a ser el día que los hombres menstruen.

  3. Me gusta la ironia de sandra los tiempos han cambiado y muchos hombres tambien……
    Jimena lei atentamente tu expresion y veo una mujer sobrevaluada, gozosa y tendencioza a menoscabar el valor masculino que seguramente lo disfrutaste y ahora que la balanza se equilibra cosa que comparto totalmente y me alegra mucho pero me duele pensar que estabas esperando esta oportunidad para expresar con dolor la ultima frase que pusiste….No sabes uds.cuanto nos hacen sufrir.

  4. Se equivocan los hombres que asumen como propios los parámetros femeninos de belleza/fealdad, que no son pocos (por suerte están en las grandes capitales, lejos de nosotros, que vivimos en el interior). Si nos detenemos en incorporar sus paradigmas y les copiamos hasta sus cuidados estéticos corremos el riesgo de transformarnos en mujeres con pene (que ya hay bastantes!). Y la peor de las consecuencias negativas podría ser que gusten de nosotros como quien gusta de un amigo, como amigo; o, pero, como amiga. Por eso estimados congéneres creo que es mejor relajarse, no atolondrarse, dejarse de joder con las cremitas, las rasuradas en lugares antes exclusivos de ellas y ser como nos sale espontáneamente. Y seguro así les gustaremos más a ellas como hombres, no como amigas.

  5. Se equivocan los hombres que asumen como propios los parámetros femeninos de belleza/fealdad, que no son pocos (por suerte están en las grandes capitales, lejos de nosotros, que vivimos en el interior). Si nos detenemos en incorporar sus paradigmas y les copiamos hasta sus cuidados estéticos corremos el riesgo de transformarnos en mujeres con pene (que ya hay bastantes!). Y la peor de las consecuencias negativas podría ser que gusten de nosotros como quien gusta de un amigo, como amigo; o, peor, como amiga. Por eso estimados congéneres creo que es mejor relajarse, no atolondrarse, dejarse de joder con las cremitas, las rasuradas en lugares antes exclusivos de ellas y ser como nos sale espontáneamente. Y seguro así les gustaremos más a ellas como hombres, no como amigas.

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