La mujer peronista

Recibí por correo electrónico una “carta de una ciudadana a CFK”, que alguien que no conozco me mandó, supongo que para esclarecerme. La carta está completamente exenta de cualquier argumento interesante o sostenible más allá de un rechazo visceral, pero está sostenida en un aparente “de mujer a mujer”. Y es así, “de mujer a mujer”, que en estos días aflora la más descarnada misoginia.

La carta en cuestión es apenas un ingrediente más en este festival de conchudez (perdón por el término, pero es el más preciso que se me ocurre). No es el eje, no es el centro ni el núcleo de este conflicto, pero sí es un rasgo importante el hecho de que en el amplio espectro opositor sean mujeres las que se “descarguen” contra la Presidenta con diversos argumentos y en diferentes tonos, con diversos grados de inteligencia y propiedad. Hay algo en la feminidad de la Presidenta que irrita sobremanera a otras mujeres, mucho más que a los hombres.

En esta carta, la ciudadana en cuestión afirmaba que “Señora: estamos en el año 2008, hace casi una década que hemos comenzado el nuevo milenio, ya ninguna mujer occidental, profesional y dirigente se siente discriminada por ser mujer”. Qué loco, pienso, si todavía ni siquiera se ha rozado la primera y básica reivindicación de género, que es a igual trabajo, igual salario. Las mujeres seguimos ganando menos dinero por el mismo trabajo que hace un hombre. ¿Que “ninguna” mujer “occidental, profesional o dirigente” se siente ya discriminada por su género? Primero, eso no es cierto. Y segundo, la mayoría de las mujeres argentinas serán occidentales por la fuerza, pero no son ni profesionales ni dirigentes. ¿Y ellas? Que se queden allí, en la invisibilidad, y que no jodan.

No voy a transcribir párrafos de esa carta porque finalmente es solamente una carta de una mujer con nombre y apellido, difundida por otras mujeres con nombre y apellido que se sienten identificadas con su contenido. Pero sí me gustaría subrayar que esta operación de odio y resentimiento repta como una serpiente en los interiores de muchas mujeres que no discuten ideología ni política: discuten género. Esto es lo inconcebible. Porque es una patraña. El género, naturalmente, es el caramelito que les ofrece a esas mujeres el pensamiento conservador y patriarcal para roer la realidad desde sus más bajos instintos.

Hemos trabajado y defendido la perspectiva de género desde hace muchos años, pero estos días renuevan el interés en este extraño fenómeno de mujeres que detestan a la Presidenta porque está en un lugar que les parece inmerecido e inapropiado. En la carta, la airada ciudadana hasta le niega a la Presidenta el derecho de reivindicarse como la primera mujer en ser electa para ese cargo. La homologa con Isabel (bueno, Carrió también lo hace cuando la dejan: compara a Cristina con Isabel, por un lado; y se abandona a toda su capacidad de resentimiento, por el otro). Y con Evita. “No nos engaña… es un viejo símbolo del peronismo ortodoxo ‘la mujer peronista’ al lado de su pueblo y de su hombre, que le posibilita la vanidad del poder.”

¿Qué hay con esa mujer peronista al lado de su pueblo y de su hombre? ¿Qué hay con haber llegado al lugar con el que se soñó? ¿Qué hay con ejercer el poder, qué problema intrínseco, profundo y necio hay con ejercer el poder, que a una mujer sólo le está permitido acercarse a él a través de “la vanidad”?

Las mujeres hemos peleado mucho por alcanzar lugares que están fuera del control de nuestros hombres. Es más: hemos peleado también por tener un nombre propio que nos designe y por ser quienes somos más allá del hombre que tengamos al lado. Pero hemos de concluir, al menos provisoriamente, que en nuestras peleas de género no hemos dimensionado en toda su espantosa y falsa naturaleza esa mirada turbia, envidiosa y capaz de todo que sale disparada de ojos con rimel y corazones de hielo.

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10 comentarios

  1. Una pregunta, el argumento que se usa para criticarla por lo que tiene de fálica en el hacer de la política, es válido? ¿O es otra forma de justificar misoginia? Digo porque desde el feminismo se le dá por ese lado. «Sí, llegó, hizo carrera, pero no muestra nada nuevo ni hace ningún aporte porque tiene una forma fálica o masculina de hacer política» El hecho de que esté casada y sea madre de familia no suaviza nada… parece que no porta femineidad…
    ¿Cómo sería una forma femenina?
    ¿Está el mundo preparado para aceptar una forma nueva, más femenina de hacer política?

  2. Sandra me encanto, yo estuve pensando porque tanta bronca de las mujeres por Cristina, y es verdad cuanto cuesta conquistar un espacio.-Cuando te veia por TV en Dejamelo pensar, me daba mucha bronca que no te dejara hablar, es màs creo que es casi le tome bronca. En fin me gusta como escribis.- Muchas gracias por tus aportes.bibiana

  3. Sandra, una mujer linda, inteligente, independiente y con poder acompañada de un hombre que no sólo no es machista sino que además la apoya y la admira (y ni te digo si encima la ama) es más de lo que una cantidad bien interesante de mujeres con algún grado de frustración puede soportar. Qué bueno sería que en lugar de canalizar esa frustración a través de la envidia, nos diéramos todas cuenta que hay que hacer un mayor esfuerzo para revertir situaciones de discriminación que nos afectan individual y colectivamente. Silvia

  4. El poder (y el ejercicio del mismo) está connotado masculinamente. En en la concepción hegemónica (en la que fuimos socializados, la que nos penetra el inconciente), el poder es siempre fálico. No hace falta más que prestar una mínima atención a las metáforas que se utilizan para referirlo, y ver que es imposible aplicarlas a una mujer, sin caer en alguna clase de sinsentido. Por eso asustan menos las Thatcher o las Bachelet que la Kirchner: una mujer masculinizada (sea por la adopción de las formas masculinas, sea por la renuncia a las femeninas) es más coherente con esa concepción que una mujer sexualizada, femenina por donde la mires, como CFK.
    Ahora bien, ¿es posible un ejercicio del poder connotado femeninamente? Quizás sí, pero es un aprendizaje para tod@s. Implica cambios profundos, que llevarán décadas. Para ellos y para ellas.
    Mientras tanto, molestará a algunos más que a otros, que una mujer sea ejecutiva, dé órdenes e imponga límites. Algunos confundirán firmeza ora con soberbia, ora con inseguridad personal.
    Otros se sentirán incómodos con la emoción y el afecto demostrado públicamente. Hablarán de farsa, o de falta de decoro.
    Algunos más se hartarán del martilleo constante sobre la cuestión de género. Y sí, las minorías son muy hichapelotas. Sobre todo, cuando están en condiciones de usar el poder.

  5. Sandra encontré en tu texto todo lo que pienso desde el 10 de diciembre y me costaba explicar.
    Un verdadero festival de conchudez!!!

  6. Bueno, leer esto es como siempre una bocanada de aire fresco… Me recuerda la manera tan despectiva con la que me decían «zurdita de mierda» varios compañeros cuando estaba estudiando Derecho. Pero en vez de ofenderme su tono y demás, francamente me alimentaba la fuerza y convicción a consciencia que poseo como persona.

    Saludos

  7. Querida Sandra,

    soy italiana y vivo en Tokio. Un amigo (varòn) peruano me hizo conocer tus artìculos y aprendì a conocerte y apreciarte.
    A propòsito de este artìculo, pensé màs de una vez en la gran diferencia entre la pareja Kirchner y la pareja Clinton. En los Estados Unidos, uno de los paìses considerados la cuna del femenismo, la relaciòn entre los dos siempre ha parecido basada en la competicion y de carino nunca se ha visto ni una huella. Por no hablar del hecho de que Hillary no se separò ni se alejò de su marido cuando se descubrieron sus acosos a trabajadoras de la Casa Blanca. En fin, una contradicciòn que solo se puede definir obscena entre el deseo de aparecer màs fuerte que el propio hombre y la conciencia de no serlo y de necesitar a él para alcanzar lo que màs se desea: el poder. Esta es una de las razones por las que me alegro de la derrota de Hillary. Viceversa, en Argentina, un paìs de tradiciòn y fama machista, no solo Cristina ha llegado a ser presidenta, sino que lo ha logrado sin el apuro de demostrar que vale màs que su marido, y su relaciòn es (o parece) un ejemplo de amor y respeto mutuos.
    A quién quisiera parecerse una mujer y qué tipo de relaciòn quisiera tener: a Hillary Rodham o a Cristina Fernandez? Yo, sin duda, a Cristina!

  8. Muy bueno. Pero de todas maneras considero que pensar que se la crítica por ser mujer es como autodiscriminarse y como no hacerse cargo del verdadero motivo de las críticas. Lo mismo se la criticaría si fuese hombre.

  9. es envidia tipica entre mujeres cuando ven a otra que ha tenido mas suerte (con los hombres tambien pasa), hace falta un trabajo intelectual que nadie quiere hacer entonces vien la critica.

  10. Sandra, nada mas acertado… hace un tiempo cuando estaba en quinto año del secundario utilice este texto maravilloso como impulso para hacer surgir mi ensayo sobre «La mujer del siglo veintiuno y la politica»… fue casi inevitable homolograla con Evita. Debo confesarte ahora, Sandra que cuando vi mis hojas en blanco intentando justificar mis ideas debiles todavia acerca de la mujer y su cambio de rol en la sociedad, miles de interrogantes invadieron el papiro vacio en mi mente y estaba tu voz, con un discurso que no tiene fisuras, que no tiene espacios en blancos para complementar com mi horizonte de perspectiva… la guia que busque en ese momento fue tan poderosa que en un instante pense: ¿ Por qué no? -y automaticamente- QUIERO SER COMO ESTAS MUJERES. Sin establecer comparaciones, como Eva, Cristina… simplemente como vos. Llego la inspiracion y hoy decidi buscar el articulo para contarte… ahora que me doy cuenta han pasado tres años de esta exposicion en la escuela media.

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