La vuelta

Por Jorge Elbaum

Sin la frente marchita

Queríamos despedazar toda maldad como hierro fundido sobre labios. Y advertirle a la ciénaga del márketing su incapacidad para desafiar la dicha. Andábamos en parejas, en cielos, en grupos clandestinos jugándonos la risa entre las balas. Y un día sufrimos tantas puñaladas de tristeza que morimos un ratito. Fue ahí que alzamos la cabeza. Como un cachorro que termina de despertarse. Forzamos el tronco escapular en varios intentos de remo y salimos a la superficie en secreto para anunciar el retorno merecido. No volvemos solos. Traemos de la mano un puñado de millones de lágrimas rotas empaquetadas en resentimientos limpios y silenciosos. Regresamos con pibxs que toman el testigo de la marcha nocturna con antorchas de memoria. Con músicas nuevas que se llueven de baile y alegría. En sus mochilas se pueden ver casi cuatro años en los que fuimos perseguidos, despedidos y despreciados. No retornamos solos: delante nuestro vienen nuestros hijos. Ellos ya saben quiénes son el mal porque retrataron sus caras, con precisión, al costado negro de la vida. Nosotrxs cumplimos con la tarea del tránsito. Les detallamos –en las tardes de domingo– su perfil de ruines, su insensibilidad, su odio de clase, su canallesca manera de tratar a los débiles. Cuando sea tendrá fotos de Santiago, de Nahuel, de Héctor. Esa es la causa de porqué nuestros pulmones ya intuyen más aire con gusto a primavera. Pero nos sabemos contenidos. Estrujados. Cautelosos. Sensaciones que que no significan suspensión de esperanza. Es solo que estamos tomando impulso, para oficiar el grito. Sonará muy fuerte. Será de gloria. (jne)

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