Sacarse la correa

Una metáfora del país en un negocio de alimentos balanceados

Fue una de esas tardes de calor arrasante esta semana. Al atardecer, decidí sacar a dar una vuelta a Hugo y a Raquel, mis perros salchichas jujeños (¡Jallalla Milagro!). Ellos tienen sus años, como la dueña, pero según un día definió muy bien mi hija, los salchichas tienen toda la vida personalidad de pendejos.

Hugo, por ejemplo, no puede parar de levantar la pata en cada cosa que ve, aunque la haya visto mil veces antes. Me enfurece pero también me da ternura que él crea que porque levanta la pata es el dueño del espacio que ocupa eso que mea. Y otro berrinche que tiene es que muerde las correas desde que es cachorro y ahora también. Ha roto hasta de cuero. Las que tenían en uso esta semana eran de plástico, las más baratas, porque ya que las destroza…

Así que salimos de apuro con las correas agujereadas por los colmillos de Hugo y recalamos en un lugar a dos cuadras que vendía alimentos y correas para perros. Estaba muy lejos de ser uno de esos lugares en los que los que tenemos perros nos paramos en la vidriera a ver esas camitas deliciosas que cuestan como un monoambiente en un barrio desfavorecido. Pero yo tenía miedo de que las correas se rompieran y entramos.

Me atendió un pibe. Le dije lo que buscaba mientras miraba alrededor y veía cajas sin abrir, mucho papel de diario y algunos estantes de alimento balanceado fraccionado en bolsitas de medio kilo y un kilo. Ahí me di cuenta de que estaban recién aterrizando en el lugar, que por eso nunca había visto ese lugar, que estaban “abriendo”.

Y estaba mirando las cajas abiertas donde se veían correas medio manchadas o con aspecto antiguo, cuando escuché que el pibe me preguntaba:

-¿Vos sos Sandra?

Y sí, le dije, tironeando de Hugo y de Raquel que olían a los saltos el alimento balanceado. El pibe abrió los brazos y alcancé a ver que se le llenaban los ojos de lágrimas. Me dio un abrazo fuerte, no de esos abrazos corteses que estoy acostumbrada y agradecida de recibir en los lugares más variados, sino un abrazo como una descarga, como el que se le da a alguien querido después de no verlo y extrañarlo. En mi hombro el pibe lloró, sin ningún pudor. Y yo lo dejé que llorara, porque el día anterior habían asumido Alberto y Cristina, y además con ese calor, llorar era una bendición. Después me fui con Hugo y Raquel luciendo sus nuevas correas de colores pasados de moda, pensando que todo lo que soñamos estaba ahí, en esa tienda abriendo, en ese pibe sin capital que había comprado sobrantes en algún depósito, en esa expectativa de sacar la cabeza. Y que en todo ese tiempo que no nos habíamos visto, tanto a él como a mí nos habían dolido hasta lo indecible muchas cosas. Y llegué a casa y el mundo ya era un poco mejor.

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19 comentarios

    • Sandra querida te respeto desde siempre ppr tus valores y coherencia y soy testigo de lo canallas que fueron con vos y muchos de tu linea .tambien llore vivo en La Matanza tengo 62 años

  1. Estimada, todo está casi igual pero, sin embargo, es distinto. Son casi nulos los cambios, pero todo luce mejor. Y por eso, hoy todo vale la pena, aunque cueste, aunque tarde, aunque se rompa la correa. Hoy, VALE LA PENA.
    Un abrazo.

  2. Te mereces tantos abrazos y palabras que reparen en parte el odio que recibiste. Te aprecio y respeto tanto. Tus escritos valen . Son palabra verdadera sentida y de combate leal. Gracias

  3. Ahora se, que si te cruzo como imagino muchas veces o cualquiera de uds protagonistas del programa más influyente de la historia televisiva, puedo abrazarte con tranquilidad y agradecerte lo mucho que han hecho por nuestras mentes. Y que este triunfo es también gracia a #678. Te lo escribo porque en ése momento no me va a salir. Abrazo

  4. Sandra querida ,yo soy una de las que te abraza y dice que te quiere y sigue desde la revista Humor,y que te espero en El Bolsón y etc,etc…y te lo volveré a decir y agradecer cada vez que pueda, porque sos una de las personas que me sostuvieron en estos años horribles.Gracias, infinitas GRACIAS!!!!

  5. Querida Sandra, déjame sumarme a ese abrazo. Siempre voy a estar agradecida con vos y tus compañerxs de 678 porque me alfabetizaron en la lectura de los medios. Llegaron por fin mejores tiempos, te deseo lo mejor .Ojala te podamos seguir leyendo en muchas páginas. Sos una grande.

  6. Me gusta leerte así, de pronto distinta. Cotidiana. Escribiendo desde el llano con esa profundidad que pocos pueden extraerle a la prosaica realidad de nuestras idas y venidas por el barrio. Cierto que estos son días milagrosos, porque la Alegría los ha hecho así. Gracias, Sandra.

  7. Sandra, qué felices debían estar Hugo y Raquel, seguro que notaban que el tirón de la correa era amigable ,que vos renacías y brillabas en la atmósfera calurosa, que estabas pensando
    tambien en ellos ,que el lugar se había agrandado y que todos nosotros, conciudadanos éramos un poco más simpáticos y que agradecíamos a nuestra maestra con su dedicación de persona a persona .La democracia ya instalada era senadora, Sandra tiene en cuenta el lugar que ocupaste para que el milagro sucediere.

  8. Sandra querida me sumo a este gran abrazo que te has ganado a fuerza de resistir, seguir pensando y seguir escribiendo para beneficio de todes nosotres.

  9. Queridísima Sandra. Ayer presté dos libros.Contratapa a mi médica..que te extraña.como yo. Bienvenida Divina. Igual le pregunto a Karina por Ti. Besotes enormes

  10. Llegó a mi corazón.
    La realidad siempre dice la verdad y los efectos duros son la evidencia y el resultado de una guerra invisible entre la realidad y la ficción. Los efectos duros representan a esas creencias del orden colectivo que necesitan de la ambigüedad y un relato para subsistir en la verdad de las cosas en donde se esconden como parásitos para auto justificarse y que son bien utilizados por los directores de la ficción.

    El trasfondo de esta historia cotidiana es el encuentro con lo que realmente tiene valor, lo que mueve el cuerpo de la ley, que es desde donde deberían partir los sentidos para constituir un formato correcto de realidad. Si no se toca la puerta de la ley, nadie la abre.
    ¿Quién se adapta a qué?
    ¿Qué se adapta a quién?
    La respuesta la encontraremos en la educación.

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