La abuela de Daniela Castro había conocido a Eva Duarte, por eso le hablaba maravillas de ella. Vivía en el campo, en Carlos Tejedor, era una familia de trabajadores de la tierra. Eva y Perón lograron expropiar y fraccionar algunas parcelas para que fueran a mano de los y las trabajadores. Su abuela fue beneficiada, y además Eva le entregó una máquina de coser.
La abuela de Daniela murió a los 91 años. Era quien la apuntalaba y le insistía en no perderse en la mirada del otro. La llenaba de amor. Daniela es la segunda de cuatro hermanos. Tuvo una niñez y una infancia que recuerda como normal, en Mar del Plata. En un contexto familiar contenedor, humilde. Su papá era electricista y su mamá ama de casa.
Los padres quisieron entender por qué Daniela se corría del esquema de niño o niña dentro de los parámetros binarios. Empezaron a afinar la mirada y fueron a un psicólogo para entenderla y acompañarla.
-Creo que eso fue fundamental para el desarrollo de mi vida, y el acompañamiento que necesitamos las mujeres o los varones trans en estas instancias. Las familias son un ente fundamental para sostener el bienestar y el futuro de cualquier persona. Ellos entendieron en algún momento que iba a haber un proceso y que en algún momento yo iba a ser Daniela indiscutiblemente.
Su abuela Emma fue como su segunda mamá. Daniela lleva en su honor su segundo nombre. Y de ella sus bases ideológicas. “Era cien por ciento evitista, no había nada que superara a Eva Duarte de Perón”, cuenta. De todas formas, el desarrollo de su impronta militante llega desde un lugar – para ella- impensado. Tuvo que ver con su lucha por generar los recursos económicos que le permitieran vivir sin caer en la situación de prostitución.
-No teníamos recursos, éramos muchos en mi casa, mi papá no tenía un trabajo estable, cuando tenía trabajo estábamos un poco mejor y cuando no, la pasábamos peor. Entonces en algún momento termino parada en una esquina, en situación de prostitución. Yo entendía que no tenía que estar ahí, que tenía un montón de proyectos y metas en mi cabeza que no tenían que ver con eso. Me costaba entender por qué yo tenía que hacer algo a lo que me resistía totalmente para poder vivir.
Ese pensar fue el detonante para que esa esquina tuviera una fecha de vencimiento. Daniela era la que se resistía frente a la policía, y la que iba detenida. Tuvo un costo muy alto. “La pasé muy mal, estando presa más de tres meses en alguna comisaría común, de forma totalmente arbitraria”, cuenta. Por eso cree que las disidencias son sobrevivientes.
Empezar a reclamar por sus derechos en ese contexto era militar sin saber bien hacia dónde. La policía le dijo que “iba a terminar mal”. Creer que iba a desaparecer la llevó a buscar alternativas. Corría el año 2001, los primeros programas sociales empezaban a tapar los agujeros del neoliberalismo. Conoció a una referente barrial que la ayudó a conseguir un programa social, que tenía como contraprestación el trabajo en un ropero comunitario y en un comedor barrial.
Aprendió a coser a máquina, y así surgió la posibilidad de trabajar en un taller de costura, que sumado al salario del programa le alcanzaba para vivir. Después la Central de Trabajadores Argentinos la nombró administrativa, historia que la ubica en el presente.
-En aquel momento era muy difícil incluir a las disidencias dentro de algún parámetro sindical. La sociedad de trabajadores concentraba sindicatos sumamente machistas entonces fue muy difícil poder meterme en esos sectores. Tuve el abrazo de compañeros y compañeras que me apoyaban y pensaban, como yo, que había que darle batalla a aquellos que se oponían por una cuestión de género y no de capacidad política.
Es la primera mujer trans que obtuvo el cambio de documento. Había presentado un recurso de amparo luego de la aprobación de la Ley de Identidad de Género. No creía que iba a modificar su vida, pero el día que la jueza del tribunal la llamó para que estuviera presente en el momento del fallo, se sentó en un rincón a llorar desconsoladamente.
-Ahí entendí que mi vida entera cambiaba, que no era solamente un nombre en un documento, que ese fallo tenía que ver con la lucha, con los años de espera, con las detenciones, y a partir de ahí lo usé indiscutiblemente como bandera.
Daniela considera que hoy hay otra realidad, que “si bien sigue costando la participación de las mujeres y las disidencias, es un tema que está en agenda claramente, ese machismo se ha ido deconstruyendo, no por completo, pero sí bastante, y hemos ido ganando algunas batallas”.
La provincia de Buenos Aires es un territorio muy hostil para cualquiera que no encaje en el paradigma heterosexual. La creación del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual, donde Daniela quedó a cargo del área de Diversidad Sexual, es un desafío.
-Está en plena etapa de desarrollo, aunque ya comenzaron las acciones. No nos han privado de poder proyectar, poder generar actividades, poder planificar a corto y mediano plazo, de qué forma tiene que funcionar el Ministerio y las distintas áreas. En el caso puntual del área de Diversidad, el trabajo en el territorio es fundamental y primordial. Ninguna de las que formamos parte de este ministerio podemos perder la mirada del territorio, entendiendo que ocupamos esos espacios llevando el nombre de todas esas compañeras que luchan y han luchado incansablemente, inclusive las que ya no están.
Toda institución que reconozca IDENTIDAD es un gran progreso para la situación de quienes sufren discriminacion y humillaciones por su orientación sexual.Hoy es reconocido por la ciencia la variedad de inclinaciones posibles en ese terreno.Lo ético se debe buscar en valores como la solidaridad , el respeto, la honradez ,la valentía y otros que colaboren para que todos vivamos en paz.