“Puedo ver cada monstruo mientras vienen”
Truman Capote
No voy a nombrarlo. De la misma manera que los exorcistas no nombran a las fuerzas malignas que intentan combatir. En la lógica de aquel Rabino de Praga inmortalizado por Borges, que urdía su Golem pero sin patronímico.
Para qué nombrarlo, además, si de él habla casi todo el mundo. Como las puteadas, está en boca de la mayoría. Da hasta vergüencita ajena la patética naturalidad con que comunicadores mercenarios y medios fariseos pregonan dichos (que no son ideas) del nuevo bufón del poder más dañino.
Tampoco pienso adjetivarlo. Sus palabras, sus gestos, sus promesas y pronósticos lo explican con la puntillosidad del hiperrealismo aunque, pensándolo bien, probablemente su verdadera representación se logre en el expresionismo por ese retrato subjetivo, distorsionado y deformado de la realidad que proyecta.
Por eso voy a apelar al consejo de mis primeros maestros -aquellos viejos redactores de diarios que todavía se hacían en plomo-: “si querés decir algo de alguien nunca califiques… hacé que sea el lector el que lo haga”.
Voy a hacer, entonces, la tarea. Voy a rescatar de la vorágine de imágenes, sonidos, luces y sombras, algunos de los dichos de este personaje que, reunidos en un solo texto, seguramente provocarán al lector el mismo vértigo que me dio a mi la investigación.
“Yo considero al Estado como un enemigo; los impuestos son una rémora de la esclavitud. El liberalismo fue creado para liberar a las personas de la opresión de los monarcas; en este caso sería del Estado”. Y lo dice con la misma liviandad (la misma prepotencia e ignorancia) que los que confunden República con Nación… o con Patria… que acaso sean, ellas y ellos, sus votantes.
“Si los honestos portasen armas, habría menos delincuencia” ha afirmado en varias ocasiones para abonar un discurso que transpira violencia. Y ha agregado que, de esta manera, se “le quita poder relativo al Estado, que es el que tiene el monopolio de la violencia”. De Max Weber, olvidate… Eso sí: para completar la trilogía de la barbarie, ha argumentado que la tenencia de armamento «No tendría por qué estar regulada«, preguntándose: «¿Por qué no le darías las armas a los individuos?».
Otra de sus grandes batallas es la que impulsa contra la educación pública y gratuita. “Las universidades son centros de adoctrinamientos«, sostiene a voz en cuello y, en sus recurrentes ataques de ira, acusa a la educación pública de funcionar “como una máquina de lavar cerebros«. Su propuesta para resolverlo: instalar un «sistema de vouchers» en el que el Estado recaude dinero para financiar la educación de todos, “y ahí cada uno, con ese voucher, decide libremente en qué institución estudiar». ¡Mamadera!
“Voy a volar por los aires el Banco Central” es otro de sus latiguillos. Suele venir apalancado en la idea de “dolarizar” la economía argentina. Esto, seguramente, fruto de su perfil de plagiador compulsivo que no tiene mejor idea que andar copiando la moneda de Estados Unidos.
Si para muestra basta un botón, acabo de dejar cuatro de distintos colores y tamaños. Hay más, muchos más, como el de desearle la muerte o la incapacidad física a algún adversario; tratar de “zurdos de mierda” a dirigentes del espacio de Derecha que él intenta encabezar; gritar como un desaforado; humillar periodistas en vivo (por lo que, alguna vez, fue “invitado” a retirarse de un programa de TV); defender los discursos negacionistas y otras tantas linduras que vuelven incomprensibles los apoyos que, según mediciones más o menos serias, recibe.
Hay un sector importante de la sociedad argentina que junta bien los churros con el chocolate y la rúcula con Palermo, pero no puede, sin embargo, sumar declaraciones (o posturas) como las anteriores, con su propio devenir.
Por ejemplo: ¿dónde piensan estudiar -un número grande de esos jóvenes que van tras él con la ceguera de los cachorros recién nacidos- cuando las universidades públicas sean aranceladas?
¿Cuál sería el destino de una sociedad en la que todos pudiésemos andar armados, igual que aquel custodio que lo acompañó sobre el escenario, la noche de cierre de los comicios 2019?
¿Cómo creen que vivirá la mayoría de los argentinos cuando no haya un Estado que modere, equilibre, articule las profundas asimetrías que hay entre ricos y pobres?
¿Qué sería de un país gobernado por alguien que acostumbra amenazar e insultar a la dirigencia política, aun los que pertenecen a su misma raíz ideológica?
Finalmente: si alguien es capaz de estafar a un reducido círculo de lectores publicando como propias las ideas de diferentes intelectuales, qué no podría hacer si llegase a conducir los destinos de toda la Nación.
Como lo supo aquel rabino de Praga citado por Borges, no hay Golem que no sea extremadamente peligroso. Ni aún aquellos creados desde los misterios de la Kabala por hombre buenos y santos.
Imaginate los otros.
Carlos Caramello
Mejor no hablar de ciertas cosas. Darle entidad a semejante despropósito es ominoso. Me recuerda al personaje de Donald Sutherland en Novecento. Jamás me banqué la escena. Fascismo a tope.
Brillante nota de Carlos Caramello.
Con filosa ironía construye un escrito insuperable , por lo arquitectonicamente trabajado .
Caramello demuele el relato fantochesco de este personaje estrambotico . Es una bocanada de aire fresco ante tanto aire viciado .
Mis sinceras felicitaciones.
Excelente reflexión, todos sabemos a quién representa, como sabemos que él representa a los innombrables dueños de nuestro país, a los que nunca se menciona. Su invisibilidad, es su impunidad, por lo tanto su aspirante a representarlo, también debe tener total impunidad para decir y hacer, ya se siente uno de ellos. Es una de esas terribles enfermedades que nos pueden afectar, y que su inicio es totalmente silencioso, y hace estragos en el cuerpo, ya hizo estragos en el cuerpo social, sus primeras victimas son sus votantes, ahora viene por nosotros