Autonegacionismo

La contratapa de P/12 de hoy.

Luciano Canfora, 82 años, filólogo, profesor emérito de la Universidad de Bari, intelectual de izquierda, irá a juicio el próximo 7 de octubre acusado de difamación agravada contra la primera ministra Giorgia Meloni, que pide un resarcimiento de 20.000 euros. Pero sobre todo quiere que Canfora se calle.

La audiencia fue este miércoles. La jueza Antonietta Guerra reactivó el caso después de dos años y le puso fecha al juicio, que tiene rebote internacional porque Canfora es uno de los mayores conocedores del mundo antiguo, un académico de referencia mundial. Es especialista en Filología latina y griega.

Pero él no es el primero. Es el más conocido de los académicos que han sido querellados para que se callen, pero hubo varios más. Esta política fascista no ha hecho olas. La prensa europea no se ocupa de ella, y la sociedad italiana parece entender que si gobierna Meloni lo natural es que nadie la critique.

El miércoles, el profesor Canfona entró a la Corte de Bari apoyado en su bastón. Hubo manifestantes aplaudiéndolo. La querella se remonta a abril de 2022, cuando Meloni era líder de Fratelli d’Italia y parlamentaria opositora al gobierno de Mario Draghi. Hubo un encuentro con estudiantes en el Instituto Enrique Fermi, dedicado a la guerra en Ucrania. Durante ese encuentro, Canfora definió a Meloni como “una neonazi de corazón”, que debía ser tratada “como una lunática muy peligrosa”. Lo que pensaba, en rigor, media Italia.

Los argumentos de los abogados de Meloni eran que “Canfora había causado un daño a la reputación, al honor y a la imagen” de Meloni. En una convocatoria de apoyo a Canfora, un centenar de filólogos, académicos, editores y periodistas señalan que les llama la atención que de este hecho que consideran “sumamente grave”, todavía no se hizo eco ni la prensa francesa.

Y aclaran: cuando Canfora dijo que Meloni era “neonazi de corazón”, se refería al hecho de que el partido que lidera tiene sus orígenes históricos en la República de Saló (1943-1945), una suerte de protectorado nazi en el norte italiano, gobernado por Mussolini, antepasado directo de Meloni. Y allí rigió el terror. Dicen los que apoyan a Canfora: “Ese terror es al que los italianos se refieren cuando comúnmente hablan de ‘nazifascismo’. No se puede negar esta conexión”. Es decir: además de una opinión libre del profesor, sus dichos están sostenidos por la verdad histórica. Eso es lo que quiere suprimir el fascismo, antes, ahora, acá y allá.

Y es esto último lo curioso, lo que merece ser pensado. Los compañeros de Canfora explican racionalmente la genealogía del partido de Meloni, su vínculo con Saló que los Hermanos de Italia reivindican, y tras esa explicación, la frase de Canfora que según su defensa mancha “el honor” de Meloni, es la más pura verdad. Es nazi de corazón porque en el corazón de Fratelli d’Italia están asociados históricamente Hitler y Mussolini.

¿Cómo es esto de que llamarla “nazi de corazón” mancha su honor? Ahí hay una clave de las nuevas ultraderechas de la que sus antecedentes históricos del siglo XX carecieron: son autonegacionistas. Se niegan a sí mismos, no se proclaman fascistas, no levantan sus banderas asociadas al imaginario de horror que sembraron en el inconsciente colectivo y que todavía resiste intacto.

Persecuciones masivas, genocidios, violaciones, millones de asesinatos, pilas de cadáveres, cámaras de gas, cuerpos esqueléticos. Ese imaginario no ha desaparecido. Por eso los neofascistas y los neonazis hoy no gritan que son lo que son. Pretenden ser otra cosa. Pretenden ser una novedad.

El mundo que nos ha tocado está completamente loco y Occidente, eso que Milei llama “el lado del bien”, nos tiene de rodillas. Hemos ligado, encima, al más extremista y fanático de todos, aunque todavía no sabemos si es un fanático de algo más que de sí mismo. Los austríacos fallaron. El plan de Caputo fracasó. Este país es un desconche. Lo que no fracasó todavía es la alianza de Macri con Milei, ni la pesca de peronistas veleidosos. Por eso estamos como estamos: inexplicablemente, con un DNU anticonstitucional vigente y la Corte Suprema jugando a la play.

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