El llamado estallido social chileno de octubre 2019, remeció la retórica arrogante del gabinete de Piñera y de los operadores políticos de grupos elitista financiados por los poderes económicos que coreaban el fin de la izquierda. Estas retóricas triunfalistas fueron socavadas en las manifestaciones populares que desafiaron la totalidad del sistema político de una democracia bastante precaria instalada en la larga transición de la posdictadura. La crítica a este sistema político dejaba ver los graves daños sociales causados por el neoliberalismo que otorgaba beneficios sólo al grupo privilegiado acostumbrado a las deshonestas ganancias apartados de todo principio de solidaridad de redistribución equitativa de los bienes.
El pueblo manifestó su soberanía directa en la calle, pero sin desmantelar el sistema político que poco a poco se fue posicionando en acuerdos que llamaron a la paz social a partir de un nuevo pacto con el llamado a un plebiscito para aprobar o rechazar una convención constitucional democrática. Con esto la clase política que estaba siendo llevada al desalojo total del Congreso se fue acomodando nuevamente.
Estas fuerzas políticas que están lejanas al movimiento social siguieron consensuando con el Gobierno, con los partidos políticos de derecha, contribuyendo a la mantención del control ejercido por los grupos económicos responsables directos de la crisis social. No todo salió tan bien, hubo escaños para convencionales representantes de los pueblos originarios, se eligieron algunos representantes populares que insinuaban una nueva fuerza política (después esta fuerza se debilitó), el Frente Amplio logró varios cupos. Así las cosas los partidos políticos lograron pocas representaciones, sin embargo antiguos aliados lograban instalarse. Tal vez lo más novedoso fue el fracaso de la derecha que no logró alcanzar el tercio de convencionales que le aseguraba mantener el sistema político. Pero, esto no ha sido una derrota, poco a poco la derecha ha logrado marcar parte de la agenda de la convención.
Otros antecedentes del fracaso de la derecha y de los partidos políticos tradicionales fueron las elecciones de alcaldes y gobernadores, perdieron varias de estas elecciones y nuevamente aparecían debilitados. Aquí los que ganaron fueron las fuerzas políticas del Frente Amplio y el Partido Comunista, que ya estaban representados en el Congreso de la transición posdictadura. El movimiento de octubre no logró convertirse en una fuerza política para disputar el campo del poder.
Estos fracasos de derecha les ha llevado a extremar sus estrategias para las presidenciales. De dos candidatos Sichel y Kast, el primero representaba a los partidos políticos más exitosos de la derecha y el segundo era una candidatura menor que representaba al voto más conservador y ultraderechista. Mi impresión, que asume que lo que están mostrando los medios de comunicación es mero engaño y que si consideramos los últimos comportamientos de los ciudadanos que acuden a las urnas, a la derecha le estaban quedando pocas posibilidades para un balotaje.
La débil y fanática candidatura de Kast, logró convencer a los poderes económicos y se fue situando como el mejor defensor de la herencia pinochetista sobre todo con su descarado discurso fascista. Varios políticos de los partidos tradicionales de la derecha comenzaron a abandonar a su propio candidato Sichel con el fin de alcanzar que al menos un candidato de la derecha pase al balotaje. Creo que esta es la actitud desesperada de la derecha que abandonó cualquier posibilidad de renovación democrática en sus filas aceptando la ultra derechización. El discurso de crimininalizar al movimiento social y el guiño al fanatismo religioso siguen fortaleciendo esta candidatura. La derecha está aterrada de una nueva derrota y está logrando una homogenidad traicionándose incluso a sí misma. El gran peligro es que esta estrategia política, sin duda trae como consecuencia un mayor debilitamiento de las ideas democráticas en ese sector.
La candidatura de Kast está reuniendo el escaso voto de la derecha y va ganando espacios entre movimientos religiosos fundamentalistas que ya apoyaron a Piñera en la elección presidencial anterior. Si es que el Frente Amplio y el Partido Comunista, más otras fuerzas progresistas de izquierda logran convocar a los electores a las urnas, estos intentos de la derecha deberían fracasar. Salvo que el voto desinformado no atienda al fascismo declarado de Kast, cuestión que no es tan imposible dado el apoyo que los medios de comunicación van dando a este peligro. No olvidemos que en Brasil no hace mucho ganó Bolsonaro con una estrategia similar, aunque dentro de un contexto político diferente.
Sería una tremenda traición a las demandas de octubre que Kast se transformé en un peligro real, sin duda sus ideas políticas representan un peor daño que el que representaba Piñera. La derecha chilena ya actuó irresponsablemente al apoyar la candidatura de Piñera, hoy vuelve a cometer este atentado a la democracia en su desesperación de no alcanzar un balotaje. También hay otra situación peligrosa propia de nuestro comportamiento político si es que en noviembre no acudimos a las urnas y si es que nos mantenemos en el escepticismo y relativismo en la disputa del poder, en esta competencia en la que no contamos con un representante legítimo y que además convoque al movimiento de octubre.
Alex Ibarra Peña.
Dr. Estudios Americanos.