La ocupada

–¿Vamos a comer el jueves?
–¡Ay, me encantaría! ¿El jueves?
–Sí, recién hablé con Anita, y ella la iba a llamar a Graciela.
–¡Genial! ¿Anita cómo anda? ¿Se reconcilió con Hernán?
–¡No! ¡Están a las patadas!
–No me digas.
–Sí, sí. ¿En Palermo, te parece?
–¡Ay, el jueves! ¡Justo el jueves no puedo!
–No me digas.
–Los jueves vamos al cine con Carlos.
–¿Todos los jueves?
–Sí, porque antes íbamos cuando teníamos ganas, pero adiviná…
–¿Qué?
–¡No teníamos ganas nunca!
–¿No les gusta el cine?
–¡Nos encanta!
–¿Y entonces?
–Y, un día porque estás cansada, otro día porque llueve, otro día porque dan una película en la tele…
–Así que ahora van los jueves.
–Sí, vamos los jueves.
–Es como una rutina.
–Sí, exactamente. Los jueves, cine.
–Bueno, les digo a las chicas. ¿Cuándo podés? ¿El miércoles?
–El miércoles… no, el miércoles llego muy tarde.
–¿El viernes?
–No, el viernes vienen unos amigos a comer a casa.
–El martes, entonces.
–El martes… Ay, los martes viene la masajista.
–Bueno, entonces no podés nunca. Vamos nosotras tres el jueves y después te cuento.
–Bueno.
–¿Estás de acuerdo?
–Bueno.
–Che, ¿no te ofenderás, no? Mirá que sos vos la que no puede.
–No, no, vayan tranquilas. Ustedes vayan y disfruten, que yo me voy al cine con Carlos. ¡Qué programa!
–Y entonces decile que por esta vez suspendan. Venite a comer con nosotras.
–No puedo. Los jueves son sagrados.

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