Todos unidos resistiremos

Pronuncian su nombre con fervor. Lo acentúan demasiado en la é. Dicen esa palabra como si fuera un mantra. O un club al que pertenecen, o un signo del horóscopo que les interesa especialmente. Transpiran código entre ellos. “¿Vos ves ‘Resistiré’?”, dicen como si el hecho los convirtiera en parientes. “Me voy a casa a mirar ‘Resistiré’”, argumentan como si ese enunciado debiera entenderse como algo impostergable. “¿Estás viendo ‘Resistiré’?”, preguntan ansiosamente por teléfono, para compartir algún suspenso. “¿Viste ayer ‘Resistiré’?”, deslizan como una invitación al diálogo. “¡Me perdí ‘Resistiré’!”, exclaman en forma de queja sobreactuada. Entre las numerosas innovaciones de esa telenovela, algunas de las no menos importantes han ocurrido no de aquel lado de la pantalla, sino de éste.

“Resistiré” le ha permitido a mucha gente acostumbrada a disfrutar de productos culturales más elaborados que los que presupone una tira diaria televisiva –placeres de culto, placeres de autor, placeres ligeramente complicados–, gozar como chanchos de un placer masivo. Buenos clientes de las boutiques apolíneas se descubrieron entonces en medio del supermercado dionisiaco. Fervientes soldados de las filas de los apocalípticos se encontraron de pronto asociados al club de los integrados. El mérito es de “Resistiré”, que por algunas cuestiones que se señalarán más adelante es un producto lo suficientemente original como para despertar la duda: ¿son los fanáticos de esa telenovela quienes se cambiaron de bando, o es esa telenovela la que, como un Maradona en sus buenas épocas, gambeteó a lo largo de toda la cancha los hábitos y costumbres de la televisión y fue capaz de contar una historia atípica de una manera atípica, protagonizada por personajes atípicos y seguida de cerca y con lealtad por un público atípico?

¿Qué es lo atípico en “Resistiré”? Menos el formato, todo. Parecía, en el verano pasado, que iba a ser apenas una excusa para tenerlo a Pablo Echarri en exhibición, que como se sabe es el morocho argentino con más consenso. Pero ya en la gráfica de los afiches promocionales algo se entreabría. Los torsos desnudos de Echarri y Celeste Cid, en esos afiches, ya llegaban con el valor agregado de una estética propia, que preservaba del formato telenovela la idea de la pareja pero que, con la luz, el diseño, un poco de sangre y el make up subido de tono de Celeste, sumaban algo del mundo del thriller. Incluso Echarri y Cid, con el correr de los meses y más allá de sus personajes, se convirtieron en los protagonistas perfectos de la tira atípica: pasaron a un segundo plano sin oponer, aparentemente y valga la redundancia, ninguna resistencia. Con todo dado para levantar el perfil, lo bajaron. El ídolo y la estrellita se guardaron. Parecieron invertir en “Resistiré”, convertirla en un plazo fijo más destinado al prestigio que al cuarto de hora. Y de hecho, sobre ese movimiento de repliegue elegante pudieron emerger las notables contrafiguras de la telenovela, Carolina Fal y Fabián Vena, como Martina y Mauricio, sin que hoy a nadie se le ocurra que se trata de personajes secundarios.

Acaso no haya que olvidarse que “Resistiré” es la gran telenovela de este año, y que este año argentino no es cualquiera. Mientras en la vida real la cloaca desbordó y esta vez parece haber voluntad de destaparla, esta ficción también puso en escena, por un lado, una cloaca de profundidad todavía misteriosa, y del otro a tres o cuatro chiflados con ánimo de enfrentarla. En ese sentido, lo intrincado y disparatado de la trama puede sonarle raro a cualquiera menos a un argentino. Quiere la bondad del guión de “Resistiré” que quienes encarnan esa trama no sean ni buenos ni malos del todo, sino personajes hundidos en sus contradicciones. Y quiere la realidad argentina que a todo el mundo se le abra una ventanade verosimilitud en la cabeza cuando se le habla de “la casa de al lado”. La metáfora de “la casa de al lado” desparrama chorros de asociaciones y evocaciones que diariamente pueden encarnar en los diarios, en las secciones de política y de información general.

La televisión ya ha sido perforada en más de una ocasión por propuestas que dieron por tierra con la idea de que se trata de un soporte que requiere necesariamente que todo se haga rápido y mal. El combo de “Resistiré”, con sus buenas actuaciones, sus libros, su vestuario, su luz, su edición, su musicalización y su producción, viene a redescubrir ese soporte para un público conformado, por un lado, por gente agradecida porque, como ve televisión, no esperaba tanto de la televisión. Y por otro, por gente acostumbrada a otro tipo de hábitos y que encontró en la televisión un entretenimiento inteligente y una oportunidad de probar el sabroso bocadito de lo masivo. Así como dejamos de pensar obsesivamente en el riesgo-país, esta telenovela es la prueba de que se puede dejar de pensar también en el riesgo-televisión.

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