El talento de Bertucelli

La historia de Marta, este martes, narrada en el ciclo Mujeres asesinas, fue una de las más revulsivas vistas hasta ahora. Marta mató a sus dos hijos. Probablemente, si la propuesta para ver un programa de televisión adelanta esa síntesis argumental, muchos espectadores la dejarían pasar de largo. Se supone que la televisión como soporte está hecho, casi por definición, para el entretenimiento. Sin embargo, gracias el protagónico a cargo Valeria Bertucelli, este capítulo de Mujeres asesinas se convirtió en la prueba de que la televisión es perfectamente capaz de ser una herramienta más que potente para transmitir las emociones más brutales y las más sutiles. A pesar de que en su trayectoria ha despuntado más su fase de comediante, Bertucelli logró comunicar una interioridad profundamente perturbada. Logró desentenderse de clichés y manierismos para seguir buceando, incluso inmersa en un personaje border y con un pie en el límite, en su sequedad gestual y su frescura. Logró hacer inteligible a alguien infinitamente débil y complejo, hacer de su asesina un objeto de espanto pero también de piedad y conmoción por esas grietas de la condición humana que se le asomaban por los ojos, sin necesidad de llanto ni de gritos. Y gracias a ella, los espectadores pudimos sentir nuestras pieles erizadas por esa historia, pero al mismo y exacto tiempo el placer de disfrutar del arte de una actriz.

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