¿Cuándo el amor de los que sufren decide limpiarse los pies en la fuente de la vida?
Ese es el interrogante que nos atraviesa, como un río subterráneo, desde 1945 hasta la actualidad.
Y es también la pregunta visceral de quien sabe de múltiples esperas y una sola esperanza.
Esa misma Plaza fue bombardeada. Todavía hay quienes se empecinan en silenciar esa historia: un pueblo que atraviesa sus baldosas y bombas que destrozan sus trayectos.
Nosotrxs estamos frente, otra vez, a esas dos imágenes paradigmáticas de nuestra historia. La primera en formato de efervescencia arrasadora. La segunda pintada de crueldad e impunidad.
En el medio de esas dos escenas opuestas aparecen aquellxs que saben de un tránsito de sudores y de cánticos. Son aquellos que miran de reojo la foto de Evita en su cocina. Los que miden el tránsito milimétrico y aluvional del zoológico humano que somos ocultando el miedo que nos tienen, en su formato de movimiento de placas tectónicas que horadan la historia.
Esta fecha es la certeza de una victoria. Algo que también es futuro. Es el espejo donde se miran millones de criaturas dolidas que atraviesan sus vidas con la nostalgia de un grito o un asombro merecido.
Detrás de toda respuesta frontal hay un cansancio. Una asunción de un límite. La convicción de que el retrovisor nos marca el próximo camino.
Somos lo que fuimos.
Me encantó el artículo de Jorge Elbaum. Lo admiro. Siento que me representa.