Las fechas son pretextos. Mojones cronológico. Señales de un pasado que aumentan nuestra consciencia de lo efímero de nuestras vidas y de la trascendencia de los actos dignos. También de los miserables. En nuestro pais el día del maestro se conmemora en homenaje a un ex presidente (ya sé: me van a decir que el tema es complejo, que el personaje es contradictorio y todas esas fraseologías equidistantes) que despreciaba con igual odio a los pueblos originarios, a los gauchos, a los judios y a los gitanos.
Para Sarmiento no eran humanos. Eran sub-humanos representantes de la barbarie que la civilización blanca y pura iba a exterminar darwinianamente. Nosotros (el colectivo de memoriosos militantes de la Vida) tenemos otros maestros: hoy recordamos, amamos, cuidamos la memoria íntegra del «Chicho». Un médico para quien los otros ( sean mapuches, pobres, negros o analfabetos) son el centro conmovedor de la humanidad. Un docente decente. Un enseñador de integridad. Alguien que invita a seguir caminos. Un maestro cuyos discípulos no «abandonan el tranco ni un ‘tantico’ así». Hoy, desde increíbles y distantes puntos cardinales de este sufrido planeta, sujetos anónimos, levantarán su puño (mojado por algún líquido que cae de imperceptibles ojos) recordando sus ultimas palabras: «Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor».
Qué distancia enorme hay entre un Maestro humano y un racista cascarrabias que defendió en su su vida la legitimidad de asesinar caudillos rebeldes y de «educar» –sobre la base del autodesprecio– a los criollos y pueblos originarios de esta Patria. Libérenme, por favor, de su 11 de septiembre de «la espada, la pluma y la palabra». Yo me quedo con mis maestros de vidas chiquitas y significativas. Los que limpian la historia humana de persecuciones y odios. Los Fuentealba, los que son consecuentes con los humildes de la tierra. Quédense ustedes con los maestros que soñaban con regar la Patagonia con la sangre del gaucho.
Excelente este texto, es lo que todos sentimos. Grandes maestros de la vida, con quiénes aprendimos a defender ideales de justicia. Un verdadero aprendizaje. Muchas gracias.
Gracias