Vemos las caras de los anticuarentena, pero no las de los muertos. Vemos los ojos desorbitados, los ojos con derrames de ira, pero no vemos los ojos que ya están cerrados. Escuchamos las voces de los negacionistas, pero las de los infectólogos suenan “molestas” a los que insisten en que todo es un “invento”. Esto faltaba en las distopías conocidas: que los médicos fueran el objeto de odio de los que quizá mañana mismo los necesiten.
El virus no es uno solo. “Viralizar” era hasta hace pocos meses una expresión de redes: se viralizan noticias, verdaderas y falsas, pero a lo que asistimos mudos es a la viralización de un tipo de desvío mental y emocional que hace que el odio se manifieste en argumentos inconexos que mezclan a Venezuela con Valenzuela, a Bill Gates con “fetos abortados”, a eventuales vacunas con “chips de control”. Esos argumentos los esgrimen personas que precisamente están bajo el control de la fandemia, que imaginan conspiraciones casi galácticas cuando la conspiración evidente es la de la ultraderecha del mundo contra cualquier solución que no sea volver a poner todo en marcha de nuevo, como antes, como si “antes” existiera. Y no se desconoce la desesperación legítima de tantos que no pueden retomar sus trabajos, pero el control les hace inimaginable un auxilio derivado de impuestos nuevos a la punta de la pirámide. Es difícil pilotearse a uno mismo cuando se choca de frente contra el desequilibrio horneado en usinas que buscan que explote todo para recuperar las riendas de un orden extinguido.
Suelo mirar una página italiana que descubrí hace un tiempo y que por la que creí que estaba de paso. No pasé. Volví. Muchas veces. NoiDenunceremo tiene base en Lombardía, y recién ahora, pasados un par de meses del colapso, sirve para que las familias que sufrieron pérdidas de abuelos o de padres o madres o hijos rindan su homenaje, describan al que no está y suban sus fotos en cumpleaños, en casamientos, en plazas, riendo. Los recuerdan riendo. Sus familias lloran todavía la soledad de dos puntas a las que las sometió la mala gestión política de la pandemia. En un extremo, los contagiados que entraron a algún centro de salud y ya no volvieron a salir, y en la otra, los que los amaban y sólo en algunos casos pudieron mandarles mensajes de despedida vía whatsapp cuando los médicos les avisaban que se acercaba en final.
No les vemos las caras a los muertos porque es una manera de proteger una intimidad que no pudo ser tal por las características de esta enfermedad. Pero entonces se convierten en números, en listas, en estadísticas, en pantallazos de “alertas” que nos llaman desde el televisor cuando estamos en el baño o la cocina y están por anunciar a los caídos del día. Por eso, creo, vuelvo a NoiDenunceremo. Porque por un lado se me hizo necesario, extrañamente, ver con mis propios ojos los ojos llenos de vida de esos miles de italianos del norte que no recibieron la asistencia adecuada pese a que en marzo ya se sabía que lo único seguro era el distanciamiento social y así y todo, el polo industrial nunca cerró, y así y todo los barbijos no eran obligatorios ni Bérgamo era zona roja.
No soy la única que busca en esa página historias reales de personas reales. Veo un comentario que llega desde Estados Unidos: “Aquí nadie habla de los muertos. No sabemos quiénes son ni qué ha pasado con ellos. Por eso leo las historias de ustedes”, dice.
El virus de la fandemia coloca a millones de personas en un estado infantil de “no soportar más” el encierro. Como si alguien que debe ser operado “no soportara más” el hospital y se diera a la fuga. Como si otro “no soportara más” no meter el dedo en el enchufe. Esa intolerancia a algo desagradable, perdidoso y lleno de angustia, como es la cuarentena, esa imposibilidad de frustración, toma naturalmente algo de la realidad: la ansiedad y la hipocondría acechan, los seres queridos se extrañan, el cuerpo inmóvil duele, la mente atiborrada de imágenes y de datos contradictorios se nubla. Pero a la verdad le suman la mentira para puerilizar a los que les creen: millones de personas que por ejemplo, en Miami, “no soportan más” no ir a la playa, o por ejemplo en Niza o acá nomás, “no soportan más” no bailar en fiestas electrónicas o no jugar al póker.
La discordia no es con gente racional con la que se pueden discutir estrategias, diagnósticos o información, sino con personas que odian que les pongan un límite, aunque tenga que ver con su propia supervivencia. Todas esas personas han bajado de la nave del odio, que no se detendrá aunque se abra la economía. La nave ya existía y subía a bordo a los bien predispuestos a no creer en un médico pero sí a creer en políticos que odian la política y que les han mentido descaradamente para llevarlos en la nave. Tomará nuevas formas. Seguirán instalados en ese lugar impreciso que también a ellos los incomoda, y esa incomodidad los violenta.
Los grandes movimientos simultáneos a la pandemia, como la rebelión negra en EE.UU, o los choques sociales en Chile, o en Francia, no tienen liderazgos. Los negros que decapitan estatuas de esclavistas en EE.UU, se llaman a sí mismos woke (despiertos), como en Chile, poco antes de esta pesadilla, se gritaba que el pueblo “ya despertó”. Un libro, White Fragility, que hace dos años no causó revuelo, trepa al puesto número uno dela lista del NYT. El libro explica la sucesión de mecanismos defensivos que se ponen en marcha cuando un blanco es acusado de racista: el resultado siempre es un refuerzo del racismo, nunca una merma de su intensidad. Eso explica en parte por qué han decapitado la estatua de esclavistas de la Guerra de Secesión, pero también la de Lincoln, que abolió la esclavitud. Sí, se abolió. Pero el sistema racista es tan perfecto que no ha dejado de cegar vidas negras nunca, ni por un momento, gobernaran republicanos o demócratas. Otra vez el paralelo con Chile, aunque se podría trazar con cualquier otro país latinoamericano: el poder nunca cambió ni el color de la piel ni la clase social. Esa estalactita histórica es la que se quiebra, y no se quiere quebrar, cueste lo que cueste.
Es cierto, como aseguran muchos interpretadores de época, que el capitalismo es un hueso duro de roer. Pero éste ni siquiera es el capitalismo contra el que se sabía cómo luchar: las protestas de médicos residentes a los que Madrid no les paga, los expone. Hay más probabilidades de que se enfermen que de que consigan imponer sus reclamos.
El capitalismo no es un sistema rígido: el que nos confunde ahora es otro, de tinte ferozmente autoritario, que no es el del dueño de la fábrica ni de la empresa. La corporación es anónima y no necesita ni mano de obra ni clientes: necesita que el dinero se multiplique. Frente a esta malformación política y mental de los negacionistas, en algunos países como el nuestro, quedan los liderazgos. En muchos lugares se rechazan los liderazgos “porque vienen a hacer política con nuestro dolor”. Sí. Se trata de hacer política, no usufructuando el dolor sino poniéndole límite a la extracción vampira de vida. Sí. Eso se llama política. Y funciona con liderazgos que asuman la responsabilidad feroz de tomar decisiones.
Que quienes se rebelan contra el statu quo se nieguen a dejar germinar los liderazgos, es también parte del engaño, un subproducto de la nave del odio. Si se conserva un poco de cordura, se entenderá fácilmente que sólo aquellos colectivos que se organicen bajo liderazgos claros tendrán alguna chance. Nos lo dice la historia. No rifemos, por embotamiento, confusión o ansiedad, ni un milímetro de esa oportunidad, porque si algo tenemos son liderazgos, disímiles, matizados, a veces contradictorios: pero con un mismo propósito. La comunidad organizada es la única que con suerte podrá encontrar un rumbo en esta oscuridad.
Brillante .
Nos extrae de la maraña conceptual , atiborrada de mensajes alienantes , con 0 significado racional . La horda de los negacionistas de la pandemia nos quiere llevar al paroxismo de la sinrazón. En lo que todo se permite y valida porque tiene su correlato habilitante en los medios diabólicos y el Poder Judicial de perenne inacción ante la arremetida de estas hordas de salvajes .
El concepto de comunidad organizada , articulada por sabios liderazgos, se presenta como alternativa posible de oposición a este ejército de lumpens , desquiciados , oportunistas , que se comportan , cada vez más , como la oposición venezolana. En el futuro buscarán un Guaido .
Siempre hay vendepatrias que se prestan a lo peor . Ante esto firmeza total del gobierno nacional. Basta de amagues y exhortaciones .
Medidas drásticas necesitamos .
Una mirada muy clara…en tiempos tan confusos.
Gracias.
….y ruego porque el «trabajo de demolición» que estan llevando a cabo, no le traiga una reflexión similar a la de Peron por no haber actuado a tiempo con los medios (metafóricamente hablando, desde ya).
No veo una correlación virtuosa entre «gobernar con díalogo» y «soslayar ingenuamente» que en realidad se trata de un monólogo.
El pensamiento único elimina la posibilidad de agregar estrategias desde las dudas racionales e inteligentemente fundadas desde criterios básicos de supervivencia del sentido común con el que hemos llegado hasta aquí después de milenios.
La estrategia imperialista es dinamitar cualquier posibilidad de disidencia real mediante referencias que alimenten la polarización y diferenciación entre los sensatos e insensatos. El denominador común de ambos grupos de absorción de voluntades es el desconocmiento y la falta de pensamiento crítico ante la urgencia de que el mal se avalance definitavemente desde cualquiera de los opuestos.
El plan mundial es totalmente perverso, y los que tienen dudas y ganas de encontrar la verdad van a tener que invertir su tiempo en estudiar para comprender el por qué de la demolición controlada y el por qué a cada pueblo le corresponde su correspondiente virus y crisis, porque ningún periodista argentino va a decirte la verdad, porque están teledirigidos o condicionados ideológicamente desde USA Y Europa, como casi todos los gobiernos de latinoamérica, incluído el nuestro. Cuando se produzca el acuerdo con el FMI se definirá el camino de la consciencia o el de la necedad ideológica que invoca a la mentira, el fraude y el engaño como bases prácticas y normales de la política, ya que consideran a la población como una masa idiota. Hasta los periodistas lo consideran así.
Los esloganes: «no se merecen los gobernantes que tienen» o «sí se merecen los gobernantes que tienen», según corresponda y sea preciso definirlo, es decir, la culpa es del pueblo, o a nivel macro, la culpa es de la humanidad.
Los enemigos son de fácil identificación para el que logre desprenderse de su prejuicio, y se comprenderá que un enfermo mental se forma desde un sistema corrupto, y que la re adaptación no es posible hasta que el sistema cambie. Mientras tanto obligan a aceptar y obedecer lo inaceptable para distorsionar las mentes a su nivel de control. El derecho a la omisión y la negación de la información es de libre elección , pero de ninguna manera forman ninguna verdad absoluta que se imponga sobre la libertad, porque eso es esclavitud, y en esos términos ya no eres dueño de tu cuerpo sino que eres dueño del estado, dando se delega la violación de esa propiedad y responsabilidad individual, es decir, todo depende de la salud mental del gobernante. Los peores deltos de lesahumanidad son los acaptados por la legalidad y la técnica, como los delitos económicos, se constituyen según la saud mental del gobernante, en métodos de exculpación automáticos, poruqe sino viene el lobo feróz y mata a todos los corderitos.
Nunca dicen la verdad porque no la tienen, lo que manda es el miedo a descubrir la farsa, temor a aceptar la equivocación , y terror a la dura des-ilusión de lo que creían cómodamente como felicidad. Es por eso que la oscuridad es la norma, y la vida real es en la lúz de la intelifgencia cosa que desconocemos todavía.